El Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz dispone de una importante cantidad de dinero para su empleo en obras de arte que debiera usarse para conseguir un triple objetivo: fomentar la educación artística de los ciudadanos; favorecer la creación tanto local como foránea (el arte es una comunidad global) y contribuir a la mejora de la calidad visual del entorno urbano. Si a ello añadimos la posibilidad de incrementar los fondos artísticos de nuestros museos la propuesta que apunte a su logro debiera ser cuando menos considerada.
A menudo, cuando juntamos arte y dinero público, el resultado suele distar de los objetivos que acabo de señalar.
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La tentación de la inauguración, de la foto, de la placa, es demasiado golosa. Grandes caudales se destinan a grandes proyectos, cuyo principal y a veces único objeto es el impacto mediático. En este contexto el arte se convierte en espectáculo, a menudo incomprendido y en ocasiones demasiado caro.
Otras veces, llevados por un rancio provincianismo se gastan los dineros destinados al arte en obras de creadores locales que no siempre tienen talento o preparación suficiente, en vez de emplearlos en reforzar o internacionalizar su formación. Esto suele acarrear la creación de grupos más o menos cerrados que dificultan la promoción de nuevos creadores y que de facto se constituyen en algo parecido a mafias. El efecto colateral es que calles y museos se llenan de obras de dudosa valía que, por supuesto, rara vez traspasan el ámbito geográfico de la institución soporte, cosa que agradece el resto del planeta.
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Y es que a menudo se olvida el primero de los objetivos a que hacíamos referencia, el fomento de la educación artística colectiva.
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El arte es una forma de expresión, y de poco vale incidir en un extremo, el de la creación, sin hacerlo igualmente en el otro, el de la recepción, la interpretación, en definitiva el disfrute. Es por ello que los poderes públicos debieran ocuparse más del fomento de la educación colectiva en el arte como forma de asegurar su socialización y conseguir que sea compartido por el conjunto de la sociedad y no sólo por ciertas élites.
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Teniendo claros los objetivos, busquemos ahora los medios y el soporte.
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Un paseo por nuestra ciudad nos descubre muchas calles plagadas de lonjas desocupadas con sus feos cierres de obra. Y cada vez habrá más.
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¿Y si cubrimos esos espacios con reproducciones de obra que sean reemplazables, y que se coloquen con un criterio tal que constituyan tanto un soporte de exposición de nuevas creaciones como un medio de difusión de los fondos de nuestros museos?
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Se podría de este modo construir itinerarios visuales que además de mejorar la calidad visual de la ciudad supongan un soporte para acciones formativas o divulgativas. El hecho de ser copias reemplazables permitiría además la movilidad dentro de la ciudad de las obras mostradas. No es por tanto un proyecto cerrado sino dinámico.
Además, y como ya sé que alguno estará pensando en los “artistas espontáneos”, las reproducciones maltratadas pueden ser repuestas sin gran coste, y hasta incluso ciertas “intervenciones populares” podrían ser conservadas por su calidad artística, por su frescura, por su originalidad, etc.
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Pero vamos a poner algún ejemplo. Tenemos un barrio con unas quince calles dedicadas a nuestros pintores. Si preguntamos a sus vecinos cuántos han visto una sola obra de los nombres que leen a diario en su correspondencia el resultado será posiblemente traumático. Exponer reproducciones de su obra honraría más su memoria que convertirlos en una dirección.
El soporte que ofrece la ciudad permitiría así mismo ofertar espacios a artistas locales o no para los que estos podrían diseñar sus obras de acuerdo con un tema, un motivo o un contexto. Los originales pasarían a forma parte de los fondos museísticos mientras que su reproducción quedaría para el disfrute de todos los viandantes.
Esta propuesta no pasa de ser un esbozo, que habría evidentemente de ser concretado en sus aspectos administrativos, legales, económicos y por supuesto artístico culturales, todo ello con el imprescindible concurso de agentes locales y expertos internacionales, pero, y hablando de arte ¿por qué no intentamos ser creativos y hasta ilustrados?, ¿por qué no compartir el objeto de la Bascongada y, tal como reza el primero de los artículos de sus estatutos, “cultivar la inclinación y el gusto de la Nación Bascongada hacia las Ciencias, Bellas Artes y Letras”?
[…] P.D.- (Allá por junio de 2005 escribí algo al respecto que luego colgué en este blog. Se llamaba Arte, Euros , Ciudad) […]