Y aprovechó el ayuntamiento gasteiztarra para inaugurar su pista de hielo. Y aprovecharon los salineros para vender su producto. Y aprovecharon teles y radios para congelar no ya sueldos, sino reporteros. Y aprovecharon los cadeneros para decir que las ruedas especiales no valen y los neumatiqueros para decir lo contrario. Un año más nos pilló. Y eso que nos avisan, cada vez con más precisión o no, según se vea y según se mire. Porque ya que hablamos del tiempo (esto es un apunte de ascensor o gasolinera, que es donde normalmente se habla del tiempo) tampoco está de más hablar de los que lo predicen.
Cuando sólo había una tele sólo había un tiempo. Incluso sólo uno era el hombre del tiempo. Ahora hay muchas teles, aunque todo sea dicho son menos de las que parecen y menos que van a ser de confirmarse las noticias de fusiones que hoy se avanzan. Ahora hay muchos tiempos. A la empresa estatal se suman los servicios autonómicos y a estos los servicios privados. Ahora las cadenas de tele o de radio no tienen su hombre del tiempo. Ahora, sumándose a la general teoría de la concentración de los esfuerzos en la generación del valor propio de la empresa que dirían los economistas, las cadenas subcontratan a privadas los pronósticos del tiempo. Desconozco la letra peqeua de los contratos, pero puede ser jugosa. Conozco eso sí, según me han contado que, conocidas y muy populares caras del tiempo se dedican ahora a estos menesteres, jubilados de su diaria servidumre catódica.
El caso es que por ejemplo ayer leía yo un periódico en la barra de un bar junto a otro cliente que leía otro periódico, otra cabecera por ser más precisos. Según el mío debía nevar ayer (y nevó) y según el otro de nieve na de na ni ayer ni hoy. Vista la diferencia no me fue dificil adivinar que la predicción no la había hecho el mismo. Eso sí después de mirar y remirar ni en uno ni en otro fui capaz de encontrar la fuente, el responsable. Y visto lo visto es lógico que no la viese en el que falló, vergí¼enza debiera darle, pero es que tampoco lo encontré en el que acertó. miedo al fracaso o al error digo yo.
El caso es que la nieve ha llegado y ya estamos todos felices. Paisajes idílicos. Todo lo bueno y lo malo, lo feo y lo bonito igualado bajo un virginal manto blanco. Los niños a sus anchas. Sus botas guantes y gorros empapados y los farmaceúticos frontándose las manos ante la avalancha de catarros. La tropa de quita nieves facturando, que llevábamos un verano muy oscuro. Los que pueden escaqueando su presencia en el trabajo al grito de que la carretera está muy mala y yo aquí, viendo la nieve desde mi ventana…
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