A veces, cuando uno tiene tiempo, y ganas, para pararse a analizar su vida, se da uno cuenta de que el mundo está mal organizado. Cambian los tiempos y las técnicas, pero lo que nunca cambia son defectos que nos vamos trasmitiendo de generación en generación.
Seguimos siendo con todos nuestros avances, con toda nuestra cultura, con toda nuestra pose de modernos, malos padres para nuestros hijos. Cuando son pequeños, no tenemos tiempo para ellos, y cuando lo tenemos lo que nos faltan son ganas.
Sin embargo, hoy como ayer, seguimos siendo buenos abuelos para nuestros nietos, quizás, en eso si hemos cambiado gracias al aumento de esperanza de vida, y somos ahora aún mejores abuelos para nuestros nietos.
El caso es que merece la pena analizar que es lo que cambia para que seamos generación tras generación tan malos padres y tan buenos abuelos, y aunque resulte una obviedad se trata únicamente de una cuestión de tiempo y renta disponible. LLegados a la jubilación, no soportamos generalente cargas financieras, a menudo hemos tenido que bajar el pistón de nuestro gasto en hostelería y diversiones, y en muchos casos, no somos ya presas de las modas y el consumismo.
Cuando somos jóvenes tenemos mucho en que gastar, y mucho que pagar, y gracias a la política urbanística cada vez más. En nuestro caso, y si hacemos caso de los agoreros, la cosa es aún más seria si consideramos que el escepticismo con que afrontamos la posiblidad de tener jubilación es cada vez mayor.
En definitiva, vivimos en un mundo injusto. Social y económicamente injusto, y en clave de izquierdas, capitalistamente injusto. Entregamos lo mejor de nuestras vidas a la generación de capital (generalmente ajeno, bien a través de plusvalías en las empresas donde trabajamos, bien a través de intereses de los créditos que necesitamos), y cuando alcanzamos el merecido descanso de la jubilación, nos dedicamos a seguir apoyando al sistema cuidando de nuestros nietos mientras explotan a nuestros hijos.
Yo no sé si esto tiene remedio, pero solí¬a decir yo que había que nacer jubilado y con dinero, y ponerse a trabajar a partir de los cincuenta. Pero tengo la impresión de que eso acortaría nuestra esperanza de vida.
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