Hace cincuenta años murió Don Pío, Baroja para más señas. Entre los múltiples actos de homenaje y recuerdo la Bascongada organiza esta semana un ciclo de conferencias que aborda su memoria desde diversos enfoques.
Yo voy a aportar el mío, en clave muy personal.
Baroja era uno de esos autores que con frecuencia nos obligaban a leer en el colegio. Hace años de esto, pero he de reconocer que es uno de esos autores a los que he releido con frecuencia, y con agrado, por que no decirlo.
Recuerdo haber leido Zalacaín el aventurero, el Mayorazgo de Labraz, La busca, El árbol de la ciencia, Las inquietudes de Shanti Andia, Aventuras inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox, y una colección de relatos que bajo el título fantasías vascas publicó la Austral.
De muchas de estas lecturas apenas recuerdo el argumento, pero como ocurre con muchas lecturas de hace tiempo, quedan como un borrador difuso, sensaciones. Sensaciones de lectura fácil y rápida, pero con contenido, con historia. Narraciones, en las que suceden cosas que uno entiende, que uno asume, en las que uno se introduce y quiere seguir leyendo.
Más recientemente he leido Miserias de la Guerra, y he de decir que me ha impresionado. Es fácil entender por qué en su día la prohibió la censura y por qué hoy en día es denostada por algunos.
Baroja es fiel a sí mismo, y describe un universo real, como real lo percibía, como real lo entendía. No se trata tanto de ponerse de parte, sino de vivir en medio. Aquí nadie sale bien parado, por más que se busquen diferentes tratos. Y en tiempos como los que corren de revisionismos, l ahistoria aparece tan cruda como es, como fue. Y cada cual puede desde su interior, dolerse más por unos o por otros, pero en cualquier caso, tanto unos como otros o están muertos o están vivos y arrastran sus rencores y sus remordimientos.
Baroja es un buen novelista, aunque sea vasco, aunque sea español, aunque viviese en Madrid, aunque pnesase como pensase. Yo no tendría ningún reparo en aconsejar a mi hijo que lo leyese.
Â
Leave a Comment