Hasta en la eternamente poblada de curas y militares Vitoria-Gasteiz la gente cada vez se casa menos por la iglesia. Lo cierto es que si los curas, obispos y otros prelados aplicasen en su oficio el rigor mismo que piden a la sociedad habría seguramente todavía menos bodas religiosas.
Ellos, los que hablan de moral, los que acusan al laicismo y al relativismo de estar en el origen de la amoralidad, y falta de valores que según ellos asalta a la sociedad, deberían ser los primeros en ser expulsados por su jesucirsto del templo que han convertido en lugar de mercaderes.
He asistido a bodas diversas, como todos. Y como todos he constatado que en la mayoría de los casos las inquietudes religiosas de los contrayentes eran más bien escasas, cuando no nulas. He comprobado también que la disposición de los contrayentes a llevar una vida acorde con la moral cristiana en su vida personal, familiar y matrimonial era tan escasa como exiguo había sido su cumplimiento de normas y receptos anterior al sacramento. Pero en estos y en otros festejos como bautizos y primeras comuniones los curas callan y los comensales comen, y si se tercia siempre cae algún obsequio o algún “donativo”. Eso si el “donativo” no está ya sujeto a tarifa sin descuentos ni nada.
Viste más la ceremonioa pr la iglesia, con esas fotos que le hacen a uno sentirse por un día portada del hola o del lecturas. Pero claro, salvo que seas rico e influyente para pleitear en La Rota eso sólo se pude hacer una vez en la vida. Para segundas oportunidades no queda más remedio que pasar por el juzgado donde solventaron el previo proceso de divorcio o acudir al ayuntamiento junto a la ventanilla donde pagaste la última multa.
No tengo muy claro que casarse sea algo necesario, imprescindible ni tan siquiera conveniente, pero lo que si que tengo claro es que tal como son muchas de las bodas religiosas tengo la impresión de que son más pecado que sacramento.
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