La velocidad es un icono de nuestro tiempo, de ese tiempo nuestro que dura más que nosotros, y que, en campos como éste, el de la velocidad, se arrastra pegado al rol de la modernidad desde hace más de un siglo.
Inventamos los coches y nos subimos a ellos, y antes a los trenes. Los sabios intuyeron que por encima de 30km/h el organismo humano sufriría perversos resultados, y algo de eso ha debido leer el responsable del tráfico rodado en Vitoria cuando afirma que colocará el 30 como límite de velocidad en algunas calles de nuestra ciudad. Como sigamos así acabaremos obligando a los conductores a circular marcha atrás, para no superar el menos quince de limitación. Eso, o repartiremos folletos divulgativos de la teoría de la relatividad para establecer nuevas relaciones espacio temporales que hagan compatibles la necesidad de moverse con la exigencia de hacerlo escandalosamente despacio.
Nos quedará el consuelo de poder llevar nuestros vehículos a es ciudad del motor que ahora resucita, y que lo hace retomando una idea que en su día se me pasó por la cabeza. Cuando este proyecto fue pensado por primera vez, desapareció rápidamente de la escena por razones evidentes. A los ecologistas no les gustan los motores, los agricultores se cansan a veces de ceder sus mejores tierras para todo tipo de usos, y este no les parecía el más prioritario, y finalmente los noistas, los plataformeros se apuntaron rápidamente a posicionarse en contra de algo que no es vasco, que no es de izquierdas y que no es ambientalmente sostenible. Aunque lo hubiese sido hubiesen encontrado una buena razón para rechazarlo, pero eso es otro tema.
Decía yo por entonces, que frente a los terrenos solicitados en los alrededores de Etxabarri, había una alternativa de estas que cubren varios flancos. Los terrenos de la base militar de Araca que constituyen una especia de enorme reserva de nada y cuya mayor utilidad es la de coto privado de caza y pista de rodadura para blindados y tanquetas. Conseguiríamos así tres objetivos… Dotar a Euskal Herria de unas instalaciones demandadas por gran parte de la población, que gusta de coches, motos, y demás deportes relacionados con el motor, y que actualmente se ve obligada a desplazarse para asistir a cursos de conducción, entrenar, o simplemente quemar un poco de adrenalina en condiciones seguras a puntos muy alejados. Conseguimos además hacerlo sin seguir destruyendo suelo agrario. Y por último planteamos una utilidad civil a un terreno escamoteado a nuestra ciudadanía para un tipo de usos que cada vez están más denostados… los militares.
Pues bueno, lo debí decir tan alto que según leo hoy ya me lo han pisado. Que se le va a hacer… quien lo oyó el primero podía haberse tomado la molestia de asumirlo. A mi lo que me importa es que las cosas se hagan bien, no tanto quien se apunte el tanto, porque cuando es bueno… el tanto lo disfrutamos todos.
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