Se acerca la semana santa. De hecho ya está aquí. Empezó, como las semanas inglesas en domingo y acabará como las semanas escolares de aquí a quince días. Por el camino los niños y las niñas quedaran al abrigo de sus primos hermanos y demás familia, porque si los abuelos son listos habrán aprovechado para irse también de vacaciones, que ya estarán cansados de llevar todo el año de guardería, portazgo de escuela y utilleros de extraescolares.
Los padres se quedarán perplejos viendo como a sus escasos cinco días de descanso siguen otros tantos de agobio mientras sus hijos descansan y los que los forman descansan también. Son menos días que verano, y alguno menos que en navidades, pero no dejan de ser días. Días de esos en los que uno se pregunta cosas cuando llega agotado al borde de la cama. Cosas que luego olvida en el día a día hasta que llegan nuevas vacaciones u nuevos agobios.
Y es que se mire como se mire, pero sobre todo si se mira yendo al origen de las cosas, lo cierto es que algo no va bien, algo no funciona.
El avance de nuestra sociedad, de la sociedad humana en general se basa, básicamente, en dos conceptos, el de agrupación y el de reparto de tareas. Al funcionar como grupo los individuos pueden especializarse en diversas funciones prestándose mutuo apoyo y consiguiendo de esta forma aumentar los rendimientos, garantizar la seguridad y facilitar la propia superviviencia de la especie asegurando el desarrollo de los más jóvenes. Por decirlo en términos más sencillos si los guerreros hubiesen tenido que llevarse los niños al campo de batalla, o los cazadores en sus batidas, o los recolectores en sus correrías el sistema no hubiese resisitido mucho tiempo. Dentro de este tradicional reparto de tareas al que hacíamos referencia siempre ha habido tareas espcíficas y muy importantes relacionadas con la educación y el cuidado de los tiernos infantes. Tareas que, además de garantizar el aprendizaje de los más jóvenes, ermitían a sus padres y madres realizar otras tareas igualmente importantes para el conjunto del cuerpo social. Estas tareas han tenido además una cualidad intrínseca y consustancial, han de realizarse básicamente en las horas y fechas en las que los padres y madres realizan las suyas. De nada sirven si no les permiten realizarlas o cuando menos las dificultan. Volviendo al simil de los guerreros, no tiene sentido que nadie cuide a sus niños cuando hay guerra, porque son vacaciones, ni tiene mucho sentido que los hijos de los cazadores queden sin cuidado cuando es temporada. Y eso es lo que a fecha de hoy nos está fallando.
De acuerdo que los educadores son trabajadores. Pero son también individuos a los que el conjunto de la sociedad destina unos recursos para que eduquen y se ocupen de sus hijos mientras ellos trabajan para, entre otras cosas, generar esa parte de los recursos que al mantenimiento del sistema educativo dedican los ciudadanos. Ya sé que se me dirá que los educadores son educadores, no vigilantes de guardería, y que su papel no es cuidar niños sino formarlos. Pues que cuente el sistema con otros profesionales que lo sean, pero que no olvide el sistema en su conjunto cual es uno de sus cometidos: cuidar de la progenie mientras sus progenitores realizan otros trabajos para la sociedad.
La situación actual tiene poco sentido y acabará por generar conflictos. Porque además de incorporar la dimensión de creciente malestar e incluso de disfuncionalidad que tiene la función pública lo hace eludiendo el origen mismo de la función pública, que no es otra que la de liberar a indivíduos del cuerpo social de tareas directamente productivas para realizar tareas y funciones que premitan al resto realizarlas con mayor dedicación y entrega, y eso, evidentemente no es lo que ocurre en este caso.
Las madres han sido quienes han criado a los niños mientras los padres trabajaban. Y en caso de que la madre quisiera estar liberada de estas tareas era una asistenta o cuidadora quien se hacía cargo de la prole. Los abuelos, en muchos casos las abuelas son las que se quedan con los niños, porque ambos cónyuges deben ganar dinero para poder pagar todo aquello que hace unas décadas pagaba el marido. Digamos que al trabajar la mujer, de repente las cosas valen el doble, porque en la economía familiar hay dos sueldos en vez de uno. Y con toda esta historia los niños de mano en mano como la farsa monea. No pienso en absoluto que las mujeres deban cuidar exclusivamente a los niños, pero sí me gustaría comentar que en muchos casos en que la fémina gana mucho más que el marido, éste se niega rotundamente a pedir reducción de jornada , ni se digna a plantearse el tomarse un año sabático para poder atenderlos con alegría.Y nosotras , por espíritu divino, debemos trabajar, sufrir por estar alejadas de los niños, y además sufrir la decepción de que tu pareja no tomará nunca la decisión de quedarse en casa, para que podamos respirar aliviadas porque los niños pueden crecer con sus padres aunque en diferentes momentos del día. Toda la familia puede vivir mejor con menos……..