Publicado en Diario de Noticias de ílava el 6 de abril de 2010
Estos días de forzado y doméstico agroturismo, vamos que me he quedado en casa, me han servido para hacer penitencia y plantearme propósitos de enmienda. Voy a dejarme de patronos y de santas y voy a dedicarme a cosas más provechosas. Madoz o Mendizabal por ejemplo. Y es que en medio de la euforia generalizada por la compra de la joya de la almendra a mi se me ha atragantado un detalle que parece que ha pasado desapercibido y que sin embargo da un cierto olor a almendra amarga a la feliz noticia.
Y es que me imagino yo al obispo sollozando arrepentido en la soledad de su despacho por haber conseguido que los vitorianos todos, con la inestimable ayuda del gobierno vascongado, le hayamos dejado en sus apostólicas y romanas arcas la nada desdeñable cantidad de un par de millones de euros céntimo arriba céntimo abajo. ¡Eso si que es un cepillo y no el de misa de siete! Y se los ha embolsado la diócesis porque hace años, un incauto y bienintencionado propietario cayó en las redes de la caridad y el altruismo para dejar finalmente a sus herederos compuestos y sin blanca.
Creo que la noticia ha caído en algunos sitios como el gordo de navidad o el del niño. Me refiero a lugares como Ziriano, Doroño y tantos y tantos pueblos que ven caer sus templos teja a teja por “carencia de fondos”. Pues ala, eso ya no es excusa. Heredad de Aguirre y compañía nos ha desfondado para mayor gloria de la “fondación”, y en casos como el de Doroño, ahora que hay caja, cabe decir aquello de que cuando el templo se quema, algo suyo se quema, señor obispo.
En fin, que en días como estos uno siente la tentación de evocar, como al principio de estas líneas evocaba, a Madoz o Mendizabal, por citar tan sólo algunos de los desamortizadores que en el reino han sido, y acabar de una vez con la tarea emprendida en vez de seguir templo a templo, convento a convento, destinando fondos públicos para volver a hacer público lo que en realidad lo es, sea Quejana o Escoriaza Esquivel, sean monjitas, obispos o fundaciones. No deberíamos olvidar, que hablando de amortizaciones, desamortizaciones, créditos y empréstitos, muchos de estos bienes surgieron de un mundo en el que no había libre mercado ni competencia, de una sociedad en que la iglesia funcionaba en régimen de monopolio, en el cielo y en las tierras, y que para muchos de nuestros pequeños pueblos el único “equipamiento” disponible y construido diezmo a diezmo se llama iglesia y está por lo común cerrada a cal y santo.
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