Ayer en el hotel ciudad de vitoria, un vitoriano, recibió un premio. Hasta ahí nada anormal. Evidentemente no fui yo el premiado, pero sentí la emoción del premio en carne propia, y me alegré tanto o más que el premiado. Miento, me consta que el premiado se alegró más que yo, se alegró por que más que un premio fue un descanso en una batalla en la que nunca pensó que se vería envuelto.
El premiado era Eliseo Gil, el alma pater de la operación de Iruña Veleia. No miento si digo que se lo merecía, y mucho. Cuando acabó el sarao, y después de saquear los distintos stands de pinchos y degustar el buen rioja, nos quedamos un rato charlando.
Hablamos de los viejos tiempos, y de los nuevos, de lo pasado y de lo por pasar. Reordamos aquellas primeras salidas como prospectores, a lomos del vetusto MG color marfil, recorriendo rincones de la sierra de cantabria. Nos asustamos al darnos cuenta que había pasado desde entonces la friolera de… 24 años o más, toda una vida. Nos reimos pensando en la felicidad que a alguien como a mi te da el ver que alguien con el que has compartido cosas triunfa, y además lo hace haciendo lo que le gusta, y haciéndolo bien. Nos emocionamos viendo como ese sentimiento es compartido por muchos de los que entonces compartimos sueños y vigilias.
Nos fuimos a casa satisfechos, cansados, felices de ver como a veces la vida es justa, como premia a quien se lo merece y hasta en los peores momentos da un descanso a quien lo necesita. Como a veces un equipo es eso, un equipo, sufre junto, trabaja junto, y se alegra junto, sin envidias ni resquemores. Toda una suerte, toda una fortuna.
Zorionak Eliseo, Zorionak Araba.
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