Ahora que andamos todos a vueltas con la memoria histórica, una anécdota de ayer me invita a hablar del inconsciente histórico. Me explico.
En los paises civilizados, modernos, democráticos, la presencia de la polícía tranquiliza al ciudadano honesto. Cuando esta presencia, y en especial la de algunos cuerpos policiales que tienen más de militares que de civiles causa intranquilidad en ciudadanos que no han delinquido, la única explicación, ligada a la memoria histórica, es esa especie de inconsciente histórico que provoca miedos irracionales, miedos atávicos.
Ayer cuando volvíamos a Vitoria Gasteiz nos topamos un amigo y yo con un imponente control de la guardia civil, al menos tres vehículos todo terreno, numerosos agentes bien pretrechados y unos cinco o seis coches estacionados mientras sus conductores eran amablemente interrogados y los vehículos minuciosamente inspeccionados. Serían las once treinta de la noche, y la temperatura no creo superase al grado.
Nosotros tuvimos suerte, nos tocó un interrogatorio metafísico e incompleto… ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos?. Faltó el quienes somos, pero nos lo sustituyeron con un ¿está el maletero abierto?
Nuestro aspecto apacible, y la cantidad de porquerías infantiles, ya se sabe, los niños, nos libró de un seguro resfriado en aquella rotonda helada.
Cuando arrancamos respiramos aliviados, y pudimos comprobar que nuestras pulsaciones volvían, poco a poco, a su régimen normal.
En fin, que ahora que vivimos épocas de revisionismo, ahora que se nos quiere convencer que en toda nuestra historia sólo ha habido unos malos, ahora que se nos invita a pensar que llevamos siglos de democrática convivencia sólo rota por la barbarie terrorista, uno recupera de repente ese miedo que en estas tierras todos hemos sentido ante la guardia civil, y presa de los recuerdos, y no somos tan viejos, recuerda experiencias no tan lejanas de arbitrariedades, de abusos, de amedrentamientos…
Estos despliegues suenan demasiado a aquellos tiempos, demasiado… y lo más preocupante es que nada de lo que ocurre carece de siginificado, nada, ni siquiera estos alardes.
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