Se quejan los vecinos del centro de Vitoria de que las baldosas de las calles del ensanche peatonal están rotas. Es normal si tenemos en cuenta el tonelaje que soportan a diario, y no nos referimos a que halla una epidemia de obesidad descontrolada entre los peatones, sino más bien al tonelaje de los numerosos camiones de reparto que por ellas circulan.
Aportaba el otro día un oyente de una radio local que bien podrían volver a ponerse las aceras de asfalto, como antaño fueron casi todas, material bastante más barato de poner y reponer y a la larga, más duradero que las baldosas. contestaba el señor alcalde que el oyente tenía toda la razón, pero que si quitaba baldosas y ponía asfalto los vecinos se le quejaban. Y es que como el mismo dijo, las baldosas dan pedigrí y clase, mientras que el asfalto empobrece y envilece. Así que para que no le digan que afea la ciudad y que discrimina a los barios a golpe de baldosa, y se dediquen a tomar el sol o la lluvia en la descubierta plaza nueva pues se gasta nuestros dineros y sigue poniendo, y reponiendo, baldosas.
a mi me hizo gracia en París ver como los petachos de sus aceras asfaltadas llevaban estampada la fecha del petacho. algunas eran más antiguas que la más vetusta de las baldosas vitorianas. Eso sí, visto lo visto podría uno concluir que París no tiene categoría, ni clase, ni nada que comparar con Vitoria y sus baldosas astilladas.
Ya escribí en su día unas lineas tituladas la ciudad de las baldosas. Visto lo visto quizás debiera repasarlo para buscarle un enfoque más socioeconómico.
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