Es bastante frecuente contemplar a bandos enfrentados en torno a una silla. Unos la ocupan y otros la defienden, pero ambos luchan por ella. Generalmente los que defienden su posición sobre la silla acusan a los que aspiran a ella de moverse exclusivamente por el interés en la silla, y estos a su vez acusan a los que la tienen de hacer lo que sea para no perderla.
Es entonces cuando uno recuerda a marx, a lenín, y echa de menos a alguien que lo que quiera sea, simplemente quemar la silla. Sería la postura más adecuada, la más congruente, y además la única manera de acabar con la fuente de los problemas, la silla.
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