En fechas como estas todos nos convertimos en clientes, clientes compulsivos, pero a fin de cuentas clientes. Eso es algo que todos asumimos. Pero de lo que no somos tan conscientes, es que el resto del año seguimos siendo, y cada vez más, clientes, clientes ignorantes de su propia condición pero a fin de cuentas, clientes.
Somos clientes para el comercio, para las operadoras de telefonía, para los proveedores de internet, para las petroleras, para las tabaqueras, para la banca, y lo que es más preocupante, para la sanidad, la pública y la privada, para la educación, para la seguridad social, el fisco, y hasta para las carreteras, los trenes, los autobuses o el agua que bebemos.
Como clientes nos enfadamos y protestamos, como trabajadores o funcionarios nos enfadamos igualmente cuando “nuestros” clientes se enfadan, y decimos aquello de “usted me está faltando al respeto”, “si yo le comprendo”, “puede usted reclamar”, etc. etc. etc.
Como clientes nos sentimos desarmados, porque nunca podemos ver la cara del que nos trata como clientes, ni podemos tampoco oir su voz. Sólo vemos y oimos a explotadores de clientes como nosotros, y cuando digo como nosotros, lo digo en las dos vertientes, en la de cliente explotado y en la de explotador de clientes.
En fin, que para no alargarme más por hoy, resulta que todos discutiendo sobre la vigencia o no de la lucha de clases, sobre la propia existencia de éstas, y el sistema, en su infinita inteligencia, nos la ha metido doblada, que se suele decir. Porque cuado uno ve los abusos de las grandes compañías, uno se da cuenta que clases, haberlas haylas. La clase de los clientes es la clase llamada a ejercer su autoridad, a rebelarse, a imponer un respeto. Pero claro, para eso, y como es bien sabido, lo primero es tener conciencia de clase, y todavía estamos tan ciegos, que sólo nos vemos como clientes en días como estos.
[…] Escribí hace tiempo un apunte que titulaba “la revolución de los clientes” en el que hablaba de la necesidad de los clientes, osea todos, de formar conciencia de clase y empezar a dar respuesta a los abusos de las grandes compañías, (y si se tercia de las peqeuñas también). Puede parecer complicado, inutil, y utópico, pero cada día que pasa me parece más y más necesario. […]