Publicado en Diario de Noticias el 23 de enero de 2007Â
Con el trasporte público pasa un poco como con el comercio. Todos nos entristecemos cuando desaparece, pero hasta entonces apenas somos conscientes de que existe.
Ahora le ha tocado el turno a los vecinos de Elciego. Envueltos en la vorágine del viaje organizado, asaltados en la intimidad de sus calles recoletas por cientos de turistas, se han dado cuenta de repente de que los autobuses de línea apenas pasan por su pueblo. Pero el propio alcalde reconoce que cuando se analizó la demanda y se optó por suprimir servicios, fueron muchos los que firmaron y menos los que optaron por usar el autobús.
Y esque esto del trasporte público es la pescadilla que se muerde la cola. No se usa porque es insuficiente en horarios, trayectos y demás, y no se ofertan más horarios, trayectos y demás porque nadie los usa. Eso sí, especialemente los mayores del lugar recuerdan como hace años había más autobuses. Igual que mis vecinos en La Puebla de Arganzón recuerdan cuando había muchos más trenes. Pero un día llegaron los coches, y ese no depender de horarios ni retrasos, ese no tener que compartir asiento ni charla, ese poder aparcar en el puunto de destino, dejó los asientos públicos vacíos, colapsó las carreteras, enriqueció a los fabircantes de automóviles y a las petroleras, y cambió de forma sustancial nuestro hábitos de movilidad.
La situación actual, esa educación en clave sostenible, esa creciente consciencia de estar exprimiendo al planeta, unida a la avalancha de coches que hace que aparcar sea un suplicio, no mucho mayor que tener la intención de circular, deberían ser suficientes para irnos preparando para asumir políticas de sustitución, de vuelta al trasporte colectivo, por las buenas, o por las malas. Y quede claro que no se trata de impedir que la gente use el coche sin darle ninguna alternativa, sino de todo lo contrario, de construir primero alternativas en clave de trasporte público y luego acosar si es preciso (en el buen sentido de la palabra, entiéndase)Â a quienes las ignoren.
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