De mi permanente afición e interés por la política, e incluso de mi etapa como “profesional” de la misma he aprendido algunas cosas. Unas buenas, otras malas, unas tristes y otras graciosas. Una cosa triste es la tendencia que tienen los políticos profesionales y públicos a decir lo contrario de lo que piensan. Por eso me ha interesado vivamente toda la parte de la filosofía, la ética y hasta la antropología que se dedica a estudiar el juego de la verdad y la mentira. Pero, dada su generalmente exquisita formación y profunda visión, hay cosas tristes que se convierten en graciosas. Ocurre esto cuando acostumbrados a no decir lo que piensan, piensan poco lo que dicen y terminan diciendo lo contrario de lo que pensaban que decían.
El sábado pasado ocurrió algo de esto en la sala de prensa del Alkartetxe vitoriano. Las fuerzas vivas, las que quedan, del partido en ílava comparecieron para arropar a su portavoz foral, a sus diputados forales, a sus directores forales y hasta a sus gerentes de sociedades públicas forales y dejar las cosas claras en cuanto a su posición en torno al affaire de Veleia. No sé si pretendían demostrar la sufrida capacidad de los políticos corporativos para ser solidarios con sus compañeros, especialmente en el error. No sé si querían demostrar a sus nuevos socios polares la capacidad de asumir códigos de conducta y claves de representación adoptando ese formato de mesa de serios y de más serios en posición de firmes detrás. No sé si pensaron que tamaña contundencia haría palidecer y hasta reducir a simple promontorio una montaña como Aralar, que osó pedir que se pare la “investigación arqueológica” actualmente en curso en el yacimiento. No sé si supusieron que la comunidad científica internacional reconsideraría sus dudas al ver a semejante elenco de autoridades académicas, reputados arqueólogos y demás sabios profundos conocedores de la historia, la prehistoria, la arqueología de campo, la epigrafía y hasta la ligí¼ística evolutiva.
El caso es que por arte de birlibirloque dejaron toda una serie de perlas que firmaría no ya yo mismo, sino posiblemente hasta el propio Eliseo. Pidieron que deje de politizarse el yacimiento quienes han servido de instrumentos políticos para alterar de forma perversa el curso normal de la actividad científica. Se quejaron de que, según su posición, haya quien en este asunto está poniendo a gente “al pie de los caballos”. Claro, que según ellos es la UPV, la misma que ha barrido a todo disidente de lo que considera su exclusivo campo de interés, la que está a los pies de los caballos, y no un pequeño grupo de honrados e independientes investigadores a quienes se ha juzgado antes de terminar el juicio y cuya sentencia se ha ejecutado a gusto sin tan siquiera esperar a que sea escrita y pronunciada por aquel a quien corresponde en primer lugar, el juez, porque el tiempo indudablemente ya la dictará. Hablan de decisiones respaldadas y de avales. Pero ni una sentencia les favorece, ni les avala la suculenta cantidad destinada por el gobierno vasco, ni son ya, según se van conociendo detalles, tan contundentes los pronunciamientos en favor de sus tesis por parte del mundo académico.
Ya por ir terminando, dice la diputada que “lo que urge en Veleia es que se permita a los investigadores trabajar en paz”. ¡Pues claro que sí! ¡Por fin se ha dado cuenta! Ella que dirigió con mano firme un proceso inquisitorial sin garantía alguna. Ella, que antes de debatir las conclusiones de su equipo de sabios había firmado ya el acta de expulsión. Ella que ha negado una y otra vez el acceso a las pruebas y recursos necesarios para la investigación a numerosos investigadores cuyo principal afán no es otro que el de llegar a la verdad. Ella la que no se ha dado cuenta de que si algo pide la comunidad científica y hasta incluso la que integramos las personas preocupadas por la ciencia, la historia y la verdad, es precisamente eso, respeto para los investigadores. Respeto para gente de reconocido prestigio y amplia trayectoria como Eliseo, Idoia, Oskar, pero también Amelia, y Miguel. Respeto para los expertos internacionales que han firmado informes que avalan el trabajo de Lurmen, cuestionando las conclusiones de la comisión y planteando dudas sobre numerosos aspectos de las mismas. Filólogos, arqueólogos, epigrafistas y hasta geólogos, historiadores y peritos varios. Respeto incluso para quienes como la plataforma SOS Veleia lo único que piden es, precisamente, respeto para los investigadores. Para todos. No sólo, como hacen los comparecientes de EA, para los afines, para los que son arte y parte en este asunto y están actuando de forma controvertida y desde diversos aspectos cuestionable sobre el yacimiento cuyo control han conseguido hacer propio con los procedimientos por todos conocidos.
Todos los citados se merecen respeto. Claro que sí. Claro que no es lo que querían decir, pero ya lo siento, porque en casos como este lo dicho bien dicho está. Sólo hace falta el valor suficiente para cumplirlo, y ahí, de poco valen esos gestos solidarios, ese empecinamiento en el error, ese ansia por seguir con paso firme avanzando hacia el barranco sea sólo o acompañado. Pero es lo que tiene la política, cada uno decide queriéndolo o sin quererlo dónde, cómo y cuándo está su fin.
Javier Vegas:
Has escrito un impresionante artículo que resume de forma magistral la situación de nuestro mayor yacimiento histórico. En el último párrafo has resumido el tema: “…ese empecinamiento en el error, ese ansia por seguir con paso firme avanzando hacia el barranco sea sólo o acompañado.”
Como dice una hermosa frase (no se si en castellano es igual): Con la mentira podrás llegar lejos pero nunca podrás volver.
Lo primero que tenía que haber hecho la Comisión de Diputación era hacer varias catas y fechar las ostracas, tal como pidió una y otra vez Eliseo. No lo hizo. Todos los informes que elaboraron se han construido sobre barro. El tiempo lo esta demostrando.
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