Hoy abandono un poco estas mis tierras y me voy de excursión a Madrid. Excursión literaria y figurada, que a mi no me mueve nadie de mi agroturismo. Pero es que ando un poco perplejo con los avatares de la política “local” madrileña. Entrecomillo lo de local porque tratándose de Madrid y hablando de los grandes partidos que en el reino cohabitan la cosa, cómo siempre, tiene poco de local. Que se lo pregunten a navarros, alaveses y hasta vascos en general que vieron como sus locales decisiones caían bajo el cepillo de direcciones federales, nacionales o como quieran llamarse, en resumidas cuentas de las que habitan en Madrid.
Pero volviendo al foro hay varias cosas que llaman la atención. La primera de ellas es que uno pensaría que la tal Esperanza, vista desde la lejanía e ignorancia de las provincias, no sería ni mediano contrincante para la ciudad que aguantó heroicamente a las tropas franquistas. Gallardón todavía podría tener un pase, pero su gestión municipal le avala como pésimo gestor y sus fracasos olímpicos tampoco es que tiendan a agrandar su figura.
Son además ambos sendos gallos de corral que se tiran picotazos al cuello, al propio y al ajeno, y juegan ambos a aspiraciones secretas y aires de grandeza, gestionados eso sí, a base de sonrisas falsas y puñaladas traperas. Ellos tan finos y tan de derechas nos escandalizan con su verbo a micrófono cerrado y nos sorprenden con sus delicadas maniobras.
Y el caso es que, tal como está la izquierda madrileña, resulta que son enemigos fieros e invencibles ante los que hay que plantar lo más granado y lucido de los ministerios. Siendo como son candidatos independientes los del ayuntamiento y la comunidad, ahí va Lizaveski o como se escriba y se pasa por el forro de … las primarias comunales declarando las ventajas del tandem con la Jiménez. Lo mismo hizo Zapatero como militante leonés ensalzando a su candidata para no inmiscuirse en el democrático proceso interno.
En resumidas cuentas, los de la casa común, los que primero dinamitaron el PC y luego izquierda unida, la cuadrilla de los chicos de la ceja, que se cargaron a Mendiluce aún antes de nacer, los que han conseguido lo que no consiguió la derecha, encerrar a los progresistas en su casa, andan ahora nerviosos y desasosegados buscando candidatos ilusionantes, que dirían ellos, vendiendo humo y disparando con polvora del rey diríamos algunos. Y para ello nada mejor que demostrar que el asunto es cuestión de estado, y que mejor que hacerlo demostrando claramente quien es quien, y buscando, eso sí, a otro segundón que el día después gestione con ilusión ilusa la recuperación y sueñe con ser algún día el candidato imposible, el incómodo al que la alta dirección nunca verá con buenos ojos, mientras los brillantes y fallidos candidatos buscan su acomodo en congresos, senados, ministerios o parlamentos europeos.
La verdad es que no es de extrañar que con este desalentador panorama acabe resultando que, paradojas del destino, la esperanza salga de nuevo triunfante.
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