Estos días volvemos todos a nuestros oficios, y por supuesto, los niños y no tan niños se vuelven a sus escuelas colegios e ikastolas. Este curso recibirán la visita de las víctimas, cosa que no acabo de entender muy bien, porque puestos a recibir son muchas las visitas que deberían recibir. Pero claro, eso antes se llamaba experiencia personal o algo así, y eso es dificil de enseñar, más que nada porque precisamente se basa en experimentar. La mítica empatía de la que todo el mundo habla es compleja de trasmitir, y mucho más de imponer. Habría, para empezar predicando con el ejemplo, empatizar con los niños y no tan niños a los que se pretende empatizar con las visitas.
En cualquier caso, este asunto de las visitas testimoniales me vuelve a traer a la cabeza la cuestión de si es lo mismo saber que saber enseñar, cuestión que vale tanto para las habilidades como para las experiencias. Por razones parecidas a las que se exponen sería tanto o más importante recibir visitas de víctimas de abusos, de víctimas de robos, de vícitmas de la drogas, sean el alcohol o el caballo, de víctimas de hacienda, de víctimas de las separaciones empobrecedoras, de víctimas de las hipotecas, de vícitmas de las operadoras de telefonía, de vícitmas de agencias de seguros, de víctimas de agencias de viaje, de vícitmas de accidentes de tráfico, y por que no decirlo, de víctimas genéricas del sistema.
En este último grupo podríamos incluirnos todos aquellos que vemos con tristeza como nuestros niños y no tan niños viven mundos irreales cuajados de glamour o de todo lo contrario. Como se convierten en fans y seguidores de Aguila Roja o Patito Feo, que lo mismo da, como vibran con el internado y gritan con física y química. Como dejan corriendo sus libros y hasta sus consolas para devorar alborozadas el Cuore. Como son capaces de retener en su cabeza repartos enteros de series, películas y colecciones mientras demuestran una nula capacidad de recordar dioses, artistas, escritores o escultores. Incluso actores y directores de cine y de teatro son ignorados so pena de hacer algún cameo en sus series, y aún así y entonces son más bien tratados con desprecio como aquellos que osan interferir en el olimpo de las bellas estrellas.
Todo esto me vino a la cabeza el otro día cuando paseaba por la calle San prudencio y contemplaba, junto a los carteles y pasquines del festival de radio y televisión de Vitoria, Â sentadas sobre las baldosas a grupos y más grupos de adolescentes y preadolescentes preparando sus carteles y sus cámaras de fotos horas antes de que sus ídolos pasasen por una alfombra que por no estar no estaba aún ni puesta. Eso mismo me planteaba cuando el otro día veía a niñas de apenas nueve años correr arremolinadas en torno a un Cuore, y comprobar que allí donde yo no encontraba nadie conocido todas disfrutaban con regocijo de tabletas de chocolate y torsos varios.
Todo eso me hizo planterame seriamente si el mayor problema que tenemos en nuestro sistema educativo vamos a arreglarlo con las anunciadas visitas y hasta incluso con el estreno de la flamante asigantura de Educación para la ciudadanía. Todo eso me hizo darme cuenta de que al menos yo, desgraciadamente no tengo respuesta…
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