Falco en Veleia

Cómo quién espera la próxima novela de Umberto Eco espero yo también la publicación de las memorias de Veleia que su í­nclito actual responsable (sic) anuncia para enero. Las espero por confirmar o desmentir lo que presiento a la vista de sus flamantes declaraciones y al amparo de los sueños y proyectos desvelados.

En cualquier caso, y por decirlo todo, espero con más anhelo lo de Eco que lo de nuñez, kilométricas distancias literaraias al margen. Porque, no hay por qué ocultarlo, lo que oigo me preocupa. Me preocupa más aún si lo pongo en relación con lo que antes he oido. Me preocupa porque soy de los que piensa que con las cosas de comer no se juega, y creo que la ciencia es alimento. Me preocupa porque aquello de pan para hoy pueda ser no ya hambre para mañana, sino incluso la sospecha de no poder saber nunca lo que nos hemos dejado sin comer.

Se acusó a los antiguos responsables de Veleia de incapacidad cientí­fica, de negligencia arqueológica y de fraude continuado. Se les señaló con el dedo con el que se señala al que cruza la frontera entre la adustez cientí­fica y el espectáculo masificado, y se aludió incluso a las tentaciones tematizantes de convertir en port aventura todo un prodigio de la arqueologí­a romana. Y el caso es que cuando oigo declaraciones como las de hoy, alusiones a los próximos paseos que haremos por las calles de Veleia y a su puesta en valor dentro del turí­stico y mediático circuito salinas - catedral (murallas, armentias y armentums añadiré yo ya que la modestia y la prudencia del varón parecen hacérselas olvidar) no puedo menos que exponer personalmente mis reservas.

La primera es de tipo metodológico. La prisa es mala consejera, y frente a la arqueologí­a del XVIII la actual es harto reservada a la hora de excavar. Primero se analiza se estudia se planifica y con todo ello en la mano se actúa de forma metódica y, como decí­a mi padre, consciente de que excavar es leer un manuscrito único cuyas hojas se van quemando. Desescombrar o escombrar, que viene a ser lo mismo, es “Desembarazar de escombros un lugar para dejarlo llano, claro y despejado.” Eso es espectacular, pero poco riguroso. Eso enseña sitios pero pierde historias.

Por otra parte, y dentro de los cambios que se anuncian en un “dejar irreconocible” al yacimiento y ponerlo en boca de los tour operadores nada he oí­do referente al prestigio cientí­fico, al futuro de congresos, estudios y seminarios, a las capacidades didácticas y de otra í­ndole. Al modo de Pompeia me imagino yo más bien empedrados poblados de turistas que siguen a un paraguas cerrado, y la innovación la veo más como presencia de inalámbricos para seguir las visitas.

La parte relativa a los hallazgos me suena una vez más a cosas ya sabidas cuyo desescombro no hace sino evidenciarlas y ponerlas en el mercado, pero poco ciertamente novedoso veo en esta vertiente arqueológica del complejo de santo Tomás hurgando en la herida y creyendo tan solo como existente lo que puede verse a simple vista aunque cientí­ficamente se tenga la certeza de que están y existen.

Acabaremos, supongo yo, encargando con prebendas y regalos públicos e institucionales una entrega de las aventuras de Marco Didio Falco que suceda en la propia Veleia. En diversas comidas en el portalón, el zaldiaran o el ikea se irá informando a la señora Davis que debe describirla como una ciudad de analfabetos que hablan en latí­n de Hispania, que nunca han oido hablar de esclavos orientales como maestros, que carecen de baños y que destruyen en caleras los fragmentos de cerámica para evitar tentaciones subversivas a sus habitantes. Será Veleia una especie de anticipo a la ciudad lineal de Arturo Soria, apenas una hilera de construcciones a ambos lados de la XXXIV y hasta le será sugerido que el misterio a investigar tenga algo que ver con cierto intento de robo de la mejor y más magní­fica reja ventanera del imperio, sita en un aparentemente humilde vicus no muy lejos de la propia veleia.

Una estatua de la escritora acabará en uno de los templos restaurados del foro descubierto para hacer compañí­a desde lejos a follets, Marsalys y otros “embajadores” del nuevo vitorianismo por el orbe.

En fin… que mientras sigo elucubrando esperaré con impaciencia hasta enero, eso sí­, pueda ser que escriba mientras tanto algo parecido a un spin off de Falco en el que alguno de sus herederos un par de siglos después de la muerte de Vespasiano investigue ciertas tendencias filosófico religiosas curiosas en las scolae de veleia así­ como la irreductible tendencia de los lugareños en insistir en seguir hablando y hasta escribiendo en lenguas irreconocibles para el imperio.

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