La tercera mesa

Vení­a hoy oyendo la radio mientras conducí­a, y se hablaba de ví­ctimas, de la ponencia de ví­ctimas, de la asociación de ví­ctimas, de la experiencia de una ví­ctima, de la falta de reconocimento de las ví­ctimas, en fin, de las ví­ctimas. En un momento de la conversación, o puede que en varios, o puede incluso que en varias conversaciones se hablaba así­ mismo de aquello de humanizar el conflicto.

Y es el caso que a veces tengo la impresión de que la solución a todo este tinglado pasa, aunque parezca chocante, por todo lo contrario, por deshumanizarlo. Ví­ctimas aquí­ hay muchas, cada una cargada con sus razones pero definitivamente lastrada por sus emociones, que a menudo se imponen a las primeras. Y así­ es dificil dialogar, es dificil buscar acuerdos y soluciones que no vayan más allá de las victorias de los unos o de los otros, en definitiva de la derrota de todos. Las ví­ctimas, sean del bando que sean, tienden a menudo a no buscar soluciones, a pretender que las reparaciones son necesariamente satisfacciones al daño sufrido, satisfacciones muchas veces codificadas en clave de rencor.

Ahora que parece que existe un acuerdo generalizado en que deben separarse las mesas militar y polí­tica, se me ocurre a mi que deberí­amos incluir una nueva separación y abrir una nueva mesa, de forma que evitemos que se contamine a las otras dos.

Serí­a este un foro en el que los polí­ticos y los militares debieran estar de sobra. Una mesa en la que los asesores tendrí­an que hacer gala de titulación o experiencia en ciencias humanas y hasta divinas, en psicologí­a, en psiquiatrí­a, en filosofí­a, en teologí­a, en antropologí­a o en sociologí­a. Una mesa en la que todas las ví­ctimas se sentasen y hablasen de sus problemas, de sus odios y de sus dolores, de sus esperanzas y de sus rencores. Una mesa exclusivamente humana que despoje de emociones a las otras dos, que libere de llantos y venganzas a quienes deben buscar una salida racional, equilibrada y sobre todo justa. Pero justa más con la balanza que con la espada.

La polí­tica no tiene corazón, y a la milicia a menudo le falta cabeza, dejemos pues que cada cual arregle lo suyo en su terreno, y de san valentí­n hablaremos otro dí­a.

Leave a Comment

Límite de tiempo se agote. Por favor, recargar el CAPTCHA por favor.