Riadas

Este fin de semana ha caido todo el agua que llevabamos esperando tiempo ha. Es curioso esto del agua, tan inocente y a la vez tan poderosa, tan necesaria y a veces tan inoportuna, pero siempre poderosa, hipnotizadora.

Cuando llueve a mares, como este fin de semana, los rí­os crecen, y es realmente digno de impresión ver correr nuestros rí­os desbocados. El sonido del agua en brava avenida es algo que no se olvida. En mi caso es uno de los recuerdos que guardo de Pobes, cuando el Bayas golpeaba con fuerza los pilares del puente y se lanzaba en frenética carrera hacia Mimbredo.

La Puebla de Arganzón es un caso parecido, la presa llega casi a desaparecery pero forma remolinos y corrientes cuando pasa bajo el puente, cuando cruza la chopera, cuando inunda huertas y riberas.

Todo tan bucólico y natural que uno casi olvida lo que muchos negligentes acostumbran a hacer en estos casos, aprovechar aquello del rí­o revuelto para verter productos, para lanzar contaminantes y “hacerse el sueco”. Eso por no hablar de muchas de nuestras depuradoras que bien porque son insuficientes, bien porque las redes de saneamiento no separan estas aguas del cielo de nuestros particulares infiernos, en dí­as como estos acostumbran a desbordarse y dejar de cumplir su imprescindible papel.

En fin, que hasta en casos como este nunca llueve a gusto de todos.

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