Publicado en Diario de Noticias de ílava el 8 de febrerop de 2011
Vitoria ““ Gasteiz. 7:45 am. Año 2011. Un peatón cabalga a lomos de si mismo por las calles del Ensanche. Silencio y rostros largos. Los dormidos caminan felices ajenos a lo que les reserva el nuevo día. Los que además de levantarse se han despertado muestran una mueca mitad de resignados, mitad de amargados. El silencio triste de la madrugada lo invade todo. Bueno, casi todo. Sobre el ruido de los motores y el campanilleo del tranvía, un sonido acompaña a los que andan. Es como un taconeo, como un repiqueteo de materiales diversos. Es el ruido que hacen las baldosas de distintos tamaños, colores, texturas y hasta procedencias. Baldosas que sólo tienen algo en común: están sueltas. En otros sitios el sonido es más bien como de un deambular polvoriento. Partículas de cemento de color ponen a alguno colorado mientras se pegan a las suelas de los zapatos. Pasa otro tranvía levantando aún más polvo que se pega al radiador de un autobús urbano y rebota en el de un repartidor, un taxista y dos vecinos que asoman el morro de su coche desde el garaje.
Pompeia. Hora prima, sobrina o la que sea. Año 79. Un carro de verduras avanza por la vía Stabiana. Como no ha llovido las ruedas no resbalan y tampoco hace falta ser un hábil conductor. Basta seguir los surcos que otros carros han dejado con los años pasando por encima del pavimento, del mismo pavimento”¦¡Ya sólo falta que después del terremoto nos reviente el Vesubio!
Pompeia. 11:45 am. Año 2010. Un grupo de turistas, uno más de la mañana de un día cualquiera, recorre las ruinas de Pompeia. Años de uso a golpe de sandalia y de carreta con ruedas de hierro o de madera, el caucho era aún desconocido. Un terremoto. Una erupción volcánica. 17 siglos enterrado. 3 desenterrado pero pisado a diario por miles de turistas, y ahí sigue el pavimento. El mismo pavimento. Con las huellas de los carros aún marcadas. Con las mismas piedras en su mismo sitio y hasta con los pasos elevados para evitar los charcos, no como ahora. Digo por las piedras, no por los charcos.
Vamos, que dan ganas de mandar a más de uno a que tome notas, aunque vaya usted a saber, igual las podría haber tomado más cerca. Claro que, como Mariturri no hay quien lo entienda porque nadie te lo explica y pocos se lo explican, y de Veleia mejor ni hablamos porque los romanos no diseñaban pavimentos para excavadoras aunque si para elefantes, pues casi mejor que nos vamos a Pompeia, donde las baldosas no se movían hasta que llegó Berlusconi.
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