Tanto reclamar una bajada de tensión, va uno se despierta, empieza a oir las noticias y dice, pero que relax ni que relax, ya está bien, ya es suficiente, vamos, que dice uno de todo menos basta ya, no vayan a confundirle a uno.
El PP convoca una manifestación para protestar porque el gobierno se ha rendido, o dicho de otro modo, para reclamar con todo desparpajo el derecho de De Juana a morirse de hambre. Por fin se ponen los primeros de la fila y dejan que Alcaraz, sobre el que por cierto circulan curiosas informaciones, se quede por una vez en segundo plano. En primera fila de esas manifestaciones en las que asoman águilas decrépitas y a las que acuden gentes extremas, muy extremas.
Un juez llama por segunda vez a un representante democrático y pide a la guardia civil que le aclare si batasuna e izquierda abertzale es lo mismo, algo parecido, no tiene nada que ver o sólo según se mire.
Tamaño cúmulo de despropósitos le hacen a uno saltar antes de pensar.
Dan ganas de aconsejarle a Ibarretxe que, haciendo gala de lo que es en esencia la desobediencia civil como arma política absolutamente ética y democrática, no acuda a tan estúpida citación. Que espere pacientemente a que la guardia civil, después de haber repasado la teoría de conjuntos y hecho su aplicación a la hora de saber qué está dentro de qué y hasta donde, entre lo que es izquierda abertzale y lo que es batasuna, le detenga para poder hacer una huelga de hambre y ver como el Partido Popular le apoya en su soberano deseo de llegar hasta el final y morirse. Todo ello jaleado por la más rancia ultra derecha franquista española.
Y entonces uno se pregunta, ¿dónde están que no se les ve?
¿Dónde están esos obispos, teólogos brillantes, emisores de doctrina moral? ¿Es que es moral buscar la venganza, que no la justicia, ensañarse con alguien y olvidar la grandeza del perdón y la caridad cristiana? O sea, que es normal hablar de la moralidad cristiana de la unidad de España, pero no lo es pronunciarse en términos de moral de las actitudes de algunos dirigentes de la derecha. Y eso por no hablar de sus voceros que utilizan impunemente emisoras que sufragan todos los católicos, todos, hasta los que oyen la misa en euskera.
Y todos aquellos políticos que se presumen de centro derecha, que proceden de tradiciones democrata cristianas, liberales, a veces incluso ilustradas, ¿Dónde están? ¿Cuánto tiempo podrán mantener su silencio cómplice cuando no su entusiasmo militante? ¿Es que nadie será capaz de poner dos dedos de frente en todo esto? ¿Están realmente a gusto con las compañías que frecuentan?
Quiero pensar que no, pero tal como van las cosas cada vez hay menos sitios donde esconderse. Más les valdría ir saliendo del armario, en el sentido político de la expresión, no sea que al final acaben tan apolillados como la ropa vieja con la que comparten espacio.
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