Una de las maneras de plantear o leer la estructura de un relato es la que establece relaciones de conjunción – disyunción en las relaciones entre los actores y objetos como manera de plantear la tensión narrativa. Alguien tiene algo y lo pierde; alguien quiere algo y lo consigue; alguien está con alquien y separa sus caminos hasta volver a encontrarlos.
La relación entre el hombre de confianza de un candidato y el propio candidato es de este último tipo. Empiezan compartiéndo sus personas y misiones en el planteamiento de la campaña, (momento estratégico / conjunción); separan sus funciones en campaña (momento táctico / disyunción) y se funden en la victoria o la derrota (momento emotivo / conjunción copulativa en el buen sentido de la palabra).
En los momentos previos a la campaña, el momento estratégico, es labor y tarea del hombre de confianza conocer a su confiante. Interrogarle, probarle. Conocer sus límites intelectuales, emocionales y físicos. Descubrir sus carencias, si es que las tiene y sus potencias, sean acto o simplemente potencia. Debe ganar su confianza y debe darle la suya. Es un trabajo lento y complicado, pero de él depende el resto. Es la clave del proceso. Es una tarea paciente y no siempre grata, pero que puede hacerse amena con cariño y perseverancia.
No se trata sólo de conocer al confiante, sino de analizar su entorno. Ir viendo quien será apoyo y quien estorbo, quien espera agazapado y quien es de los que según te acercas al barranco más te anima a seguir avanzando. Puede parecer baladí, pero son muchos y muy prestigiosos quienes nos avisan de que, generalmente, a los adversarios los tendremos enfrente y a los enemigos al lado.
La estrategia pasa por definir la propia misión del partido en la sociedad, cuestión que siendo la más importante suele olvidarse en beneficio del objetivo adosado, conseguir el poder como si se tratase de un fin y no de un medio. Esto es importante porque nos ayudará enormemente a mantener la congruencia en el mensaje a trasmitir, entendido mensaje en el más amplio sentido de la palabara que podamos asumir.
Antes de la batalla el candidato y su hombre de confianza tienen que tener claros, asumidos y compartidos los elementos claves para la contienda:
- El escenario de batalla, el terreno y las condiciones que compartirán todos y que siendo iguales perjudicarán a unos y beneficiarán a otros
- La propia posición, medios y recursos, puntos débiles, armas disponibles, y ánimo y unidad de las fuerzas
- la posición de los adversarios, sus flancos internos y externos, sus vías de escape y sus acciones predecibles, el número y ánimo de sus fuerzas y sus recursos.
En base a este conocimiento del terreno y de las fuerzas que actuan en él, incluidas las suyas propias, establecerán su estrategia, de ataque o de defensa, sus alianzas tácticas, la jerarquía de sus oponentes a la hora del combate y en función de los propios intereses, y fijarán los mínimos a conquistar o mantener, jeraquizando también las conquistas y las cesiones para asegurar el núcleo de la estrategia.
Deben tener clara la propia estrategia, la manera en que esta se desplegará en acciones tácticas y concretas, así como las opciones posibles que puedan adoptarse en función de las acciones previsibles o previstas del adversario y también de los cambios posibles en el escenario y desarrollo de la contienda.
Con todo esto claro nos lanzamos al campo de batalla y, aún siguiendo juntos nos separamos. Es el momento táctico, la batalla. Ahí el candidato debe estar suficientemente aleccionado y seguro de si mismo. Es el protagonista de la parte táctica, del desarrollo de la batalla. El caudillo capaz de animar a sus huestes, de concitar esfuerzos y sacrificios en la medida en que sea capaz de trasladar confianza en su liderazgo y capacidad para el triunfo.
El estratega es frío. No puede pensar en la gente mirándo a los ojos de cada uno. Si lo hiciese sentiría lástima por todos y no se atrevería a sacrificar a ninguno. Para eso está el caudillo, para materializar las emociones que serán necesarias dentro y fuera del propio bando. El hombre de confianza entonces se desdobla. En lo humano tiene que ser el descanso del guerrero, su hombro en que llorar en los momentos duros, su compañero en las fatigas diarias, su confidente en todo momento y su cómplice amigote en los momentos más relajados. Debe en definitiva aplicar el mejor tratamiento paa mantener vivo y animado al candidato en base al conocimiento que de él ha obtenido durante la fase previa ha obtenido. A veces debe relajarle, a veces azuzarle. A veces es mejor una escapada de un par de horas que una escaramuza para la que no está preparado.
Pero todo esto ha de hacerlo manteniendo al mismo tiempo la distancia. El hombre de confianza debe cuidar con esmero y atención de que la táctica y sus urgencias no alejen al candidato de la coherencia de la estrategia. Antes de que el día amanezca debe mirar al cielo para saber por donde soplará el viento, si lloverá o no, si un puente se ha hundido o un río se ha secado. Debe conocer por donde andan los adversarios y detectar si algo no va como estaba previsto. Y avisarlo. Y con tanto mimo como cuidado evitar que la euforia, la desidia o la angustia y depresión causadas por una derrota menor y a veces incluso prevista o previsible desvíen la atención de los objetivos perseguidos y de la estretegia trazada para alcanzarlos. Adaptar la táctica a las cambiantes condiciones del entorno es conveniente. Necesario incluso. Cambiar la estrategia es, sin embargo, arriesgado.
Cuando por fin se disipa el humo y cesa el ruido del combate, el candidato y el hombre de confianza vuelven a ser uña y carne, aunque sea para despedirse. Es el momento de abrazarse, ya sea antes de salir a recorrer las calles en triunfo ya antes de subir al patíbulo en el que esperan bien los enemigos internos que causaron nuestra derrota, bien los adversarios que lograron su victoria. Es el momento de mirarse a los ojos y reconocerse aciertos y errores. Es el momento en el que el hombre de confianza tiene su último trabajo en esta etapa… enseñar a bien morir, en caso de catástrofe, o enseñar a ser prudente en sus acciones en caso de triunfo.
Con suerte, el trabajo deberá seguir para gestionar el triunfo o intentar dar vuelta a la derrota, pero esa es otra campaña. Ahora el trabajo es gobernar la plaza y eso es otro capitulo en nuestra historia. Esta entrega ha terminado
Leave a Comment