Hay en la política, en términos generales, algunas conductas que son, valga la redundancia, netamente conductistas. Alguien dice algo que pinta mal y zas… el político responde con aquello de nos vemos en los tribunales. Da igual quien sea, da igual de lo que se trate. Nos vemos en los tribunales y yo a usted le pongo una querella.
Error.
El camino de la justicia es largo y tortuoso, y para cuando llega al final no es ya que no tenga reparación el daño hecho, sino es que incluso no se sabe muy bien cual fue el daño aquel si es que lo hubo.
Por otra parte, como el conductismo se sustenta en la ligazón directa entre el estímulo y la respuesta, sin el filtro intermedio y necesario de la reflexión, pues a menudo pasa lo que pasa. Que el largo y tortuoso camino de la justicia se hace de pronto corto porque ni siquiera empieza. Esta involuntaria voluntad que lleva a sentirse ofendido y querer lavar el honor en los tribunales lleva a menudo a olvidar un paso imprescindible. Darse la vuelta y preguntar en las propias filas… ¿alguien sabe algo de esto? Y demostrar entonces las dotes de fisonomista y de psicólogo, y descubrir sonrojos o sospechosas caras de poker. En la mayoría de las ocasiones con tan solo este paso se evitan tropezones inmediatos.
Pero aún teniendo entonces la seguridad, o si se me apura, incluso teniendo más autocontrol y evitando el exabrupto, lo maduro y lo correcto es guardar un prudente silencio, y reunido con los propios analizar si la querella es viable, presentable, y tiene visos de prosperar. Y en este caso, va uno y la presenta. Sin luz ni taquígrafos, sino con letrado y procurador. Y cuando la querella se admita a trámite, incluso mejor cuando el procedimiento indique que está madura y cercana a prosperar, entonces se anuncia. Mejor aún si lo que se anuncia es que la querella ha sido ganada.
Habrá quien me diga que para entonces es tarde, pero habrá quien responda, puedo ser incluso yo, que de una vez por todas debiéramos sacar la política práctica del corto placismo, de la inmediatez, del salto de liebre o la tormenta estival. Bueno y de paso si nos proponemos agilizar la justicia tampoco estaría mal. Habrá quien responda más aún y diga y mantenga, que la noticia no debiera ser la intención de presentar unaquerella que a menudo nunca se presenta y que cuando se hace no prospera, sino mayormente si la querella ha alcanzado sus objetivos o no.
Mientras tanto, es mi opinión, dejemos a los juzgados tranquilos, que bastante tienen con lo suyo.
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