Ha terminado la 35 edición del Festival de Jazz de Vitoria – Gasteiz.
En líneas generales yo diría que ha sido una buena edición. Lo ha sido para los organizadores, que vieron buenas entradas, con tres días prácticamente llenos (jueves viernes y sábado), dos con buenas entradas (lunes y martés) y sólo un día con entrada floja (miércoles). Lo ha sido para los espectadores, que en general hemos asistido a sesiones bien construidas y a un conjunto interesante de derivas, estilos e intérpretes. Lo ha sido también para los que acuden al Principal, con buenas actuaciones, algunas según dicen de mucho interés, como la de Alfredo Rodriguez, y otras según pudimos ver, como la de Fred Hersch. Lo ha sido para la ciudad, que ha vivido una semana contagiada de Jazz, con múltiples actuaciones en multitud de locales. Lo ha sido, derivado de lo anterior, para los músicos locales que han tenido ocasión de demostrarse a si mismos que son músicos y a los demás que existen.
Si me preguntan por mi ranking yo diría que el sábado, Danilo Perez y el homenaje a Davis, fue en conjunto la mejor noche. Diría que a continuación pondría la de Eastwood y Kennedy, al menos para mi, noche revelación. Destacaría el concierto del Dr White, y pondría buena nota al de Camilo. En mi lista de decepciones me apunto a los cantantes, Adams, Perez, Shorty y Cullum, y como noche más decepcionante no tengo duda en colocar la de Perez y Cullum. Ya sé que no es una clasificación que muchos compartan, pero como no me paga nadie por decirla, pues la digo tan simple como sinceramente desde mi propia percepción no exenta de ignorancia.
Como todos los años, eso sí, me apunto alguna que otra cosa mejorable.
Empezemos por la seguridad. En el pasillo que recorre la grada norte por su parte alta hay una tarima de madera que ocupa más o menos su parte central. La tarima levanta 15 o 20 centímetros (o sea que es un escalón) y tiene un tono más bien oscuro. La tarima, en cuanto se apagan las luces no se ve, y un año tras otro es cuestión de tiempo que alguien pierda pie cuando acaba sin que se entere o pierda el equilibrio cuando empieza sin que lo advierta y se tropiece. Visto el celo de los empleados de seguridad por despejar las escaleras y mostrarnos a todos las luces que las señalan, no estaría de más señalizar también la dichosa tarima. Los que llevan cervezas y bocadillos lo agradecerían.
Hablando de cervezas y bocadillos, menudos precios que se gastan los del bar. El servicio no es lento, ni los bocadillos malos, pero gastarse más de “mil quinientas pelas” en comerse un montadito y beber una cañita en vaso de plástico, no sé yo si es muy acorde con esta crisis que vivimos. Vamos, que resulta que los “vips” tienen su chiringuito a golpe de cava, champagne y canapé por la patilla, (no sé quien lo pagará pero fijo que ellos no echan mano al bolsillo) y la plebe golpeada por la crisis se paga el kit de picnic a precio de chill out priveé. Y eso que están los bolsillo como para ir goteando euros.
Hablando de goteras, menos mal que el miércoles fue el día de peor entrada. Si llega a ser como la de otros días se hubiese liado una gorda. Prácticamente toda la parte oeste del pabellón estaba más para hacer unos largos que para oir un concierto. No se si fueron las ventanas abiertas o simplemente que el tejado no aguantó la tormenta que ese día regó Gasteiz en abundancia, pero parece claro que la gradería estaba más para cubos que para culos.
Y llegando a los culos, no se puede menos que hacer mención al problema del aforo. Uno tiene la impresión de que aquí también se practica el over booking, porque al menos tres días los seguratas han tenido más que entretenimiento levantando a gente de las escaleras. Muchos de ellos, de los ocupantes, posaban sus posaderas en el frío cemento porque la madera estaba más bien ocupada. Cierto que a veces alguno conseguía encontrar un sitio libre no sé donde, pero a menudo los vacíos estaban ocupados por jerseys, como las tumbonas en la playa de un hotel. Está muy bien que se cuide la seguridad, pero mejor estaría asegurarse de que entran los que deben entrar. Me consta que alguno de los “desplazados” formuló su queja de forma escrita, y visto que lo del auditorio va para el baul de los recuerdos y que tendremos mendi para rato, estas cosas habría que irlas cuidando ahora que hay tiempo.
De lo de usar las pantallas para mostrar letras, títulos de canciones, subtítulos y otros servicios no insisto porque lo llevo diciendo varias veces, y del público ya hablaré en otro momento, me parece además que es algo que trasciende al propio festival y es más objeto de la antropología social que de la crónica musical.
Por lo demás bien, y en serio lo digo, lo anterior está dicho con afán de mejorar, cosa que siempre es buena, sobre todo cuando es posible, porque necesario, al menos intentarlo, es siempre necesario.
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