El domingo pudimos asistir a un acto dramatizado de contricción pública y de desagravio institucional. El acto, además de su propia trascendencia ha servido como excusa para que voces diversas opinen y expresen sus sentimientos y razones en torno a la cuestión de las víctimas. Me quedo yo con las reflexiones de Xabi Larrañaga, que comparto en fondo y forma. Y en ocasiones como esta, a veces repaso mi hemeroteca, y me quedo con cosas como las reflexiones sobre la memoria que escribí allá por septiembre del años pasado.
Pero quiero hoy reflexionar específicamente sobre el tema de las víctimas.
Convivimos en este país víctimas de todo y de todos. Víctimas de la aviación italiana. Victimas de la aviación alemana. Víctimas de las represalias por los bombardeos de las dos anteriores. Víctimas de la represión franquista. Víctimas de la represión post franquista. Víctimas de los grupos armados de respuesta. Víctimas de pistoleros e iluminados. Víctimas de políticas penitenciarias poco humanas. Vícitmas de la tortura. Víctimas del acoso político a través de pintadas, fotos y demás iconografía. Víctimas de visionarios de la justicia tomada en propia mano. Víctimas de agresiones sexuales. Víctimas de maltratos a domicilio. Víctimas del sistema. Víctimas del anti sistema. Víctimas de robos, atracos, créditos e hipotecas. Vícitimas todas y de todos.
Somos víctimas diversas que, sin embargo, tenemos algo en común, y no es otra cosa que motivos y razones para sentir rencor. El rencor es la antesala de otro sentimiento más delicado, en lo que a su tratamiento se refiere, el deseo de venganza, aún cuando este se disfrace de sed de justicia.
Esa transición del rencor a la venganza convierte a las víctimas directamente en verdugos, o indirectamente en instrumentos sobre los que los verdugos fabrican sus propias redes de dolor. En cualquiera de los dos casos el resultado es tan simple como alejado de la justicia que se dice pretender. Nuevas víctimas, nuevos rencores, nuevos gérmenes de deseos de venganza.
En ningún caso las víctimas son la solución, en todos son la consecuencia y en muchos son parte del problema y de la dificultad de solucionarlo. Existe un problema político que necesita una solución política. Existe un problema jurídico pentenciario militar que precisa una solución negociada en ese contexto, y existe finalmente un problema humano que precisa de una solución diferente. Quizás nos ayudase más que homenajes y monumentos, reconoceernos todos como víctimas y verdugos, sin exclusiones. Porque si esperamos a que tire la primera piedra el que esté libre de culpa, lo que nos van a hacer falta no son mesas de diálogo, sino sillas para sentarnos a esperar or los siglos de los siglos.
las víctimas no son simpáticas y hay que tener cuidado que se revuelven y te pueden morder
y claro, todos tenemos que comer.
las víctimas asesinadas y heridas se convierten en parte del menú. Se consumen olvidando cómo han sido sacrificadas.
Como un corderillo lechal.