Es el grito de guerra que resuena hoy en sedes de partidos y oficinas electorales. Megafonías, cuñas, vídeos, carteles, folletos, globos, bolis, mecheros, caramelos, todo listo y cargado para ventilarlo en quince días. Los voluntarios y los profesionales, las furgonetas, las carpas, y hasta los floristas preparados, esperando con nervios e impacienca el tres, dos uno… cero. Y todos al ataque.
Claro, que aquí hay un problema, que lanzados todos a este frenesí guerrero en busca del voto perdido o en defensa del voto ganado, las víctimas permanecen las unas ignorantes y las otras temblorosas ante la que se nos avecina. Y esque ciudadanos, periodistas, montadores, y demás gremios relacionados con esta batalla van a sufrir estos días un auténtico chaparrón de mensajes, promesas, regalos, sonrisas, y muchos de ellos trabajo, trabajo y más trabajo.
¿Y todo para qué? ¿Para mover las voluntades de un puñado de indecisos? No lo sé. Porque en esto de las batallas electorales, que cada vez son más competencia del marketing que de la política ocurre que más que enfrentarse se corre en paralelo, igual que en otras ramas del mundo publicitario. Si uno empieza a anunciarse en un medio, en una franja horaria, en un soporte determinado, con un lenguaje más o menos adecuados, toda la competencia se lanza en bloque a copar ese medio, ese horario, ese soporte y hasta a imitar esas claves del lenguaje. Y todo porque hay que estar para ser. Porque no estar es desaparecer, dejar de ser. Y el objetivo, tengamoslo todos claros es, más que ser, estar.
Al fiinal quedarán en el camino muchos euros, muchos kilos de papel, muchos mensajes en el aire y unos cuantos votos.
Suerte a todos y que las fueerzas acompañen, sobre todo a los ciudadanos…
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