Diario de campaña vista con buenos ojos. Día 11.
Vamos a continuar con una nueva entrega del tratado sobre paracaidismo electoral. Hoy le toca el turno al paracaidista interruptus. Llamaremos así a aquel paracaidista que se lanza valeroso, que ve como se abre su sombrilla salvadora, que se acerca al objetivo balanceándose en el aire, pero que, poco antes de pisar la tierra y alcanzado el objetivo, ve como su paracaidas se enreda en una altura y queda ahí, a escasos metros del suelo pero sin poner los pies en él.
Hablamos aquí de aquellos que por diversas razones se colocan en una candidatura, llegan incluso a ser elegidos, acuden justo justo a la toma de posesión, y si te he visto no me acuerdo. Cuatro años de silla vacía.
Unas veces el problema es que la silla de edil de un municipio chiquitín es mucho más ingrata que otras butacas más cómodas, y que se hace duro pasar de ser el jefe a ser simplemente un operario.
Otras se trata simplemente de aplicar aquello de que una cosa es predicar y otra dar trigo. Quiero decir, que una cosa es hacer campaña y decir al día siguiente que se tiene uno o diez concejales, y otra cosa bien distinta es tenerlo y dejarle que ejerza como tal.
Algunos de estos paracaidistas interruptus han dejado bien alto el listón de su categoría en la pasada legislatura. Podemos decir, así al azar, que algo de esto ha ocurrido por ejemplo en Asparrena, pero bueno, seamos más positivos y vamos a pensar que habiendo llevado el asunto a una cima dificilmente superable, los candidatos a renovar la categoría se hayan desanimado a repetir o se hayan animado a participar, que en definitiva es para lo que uno debe presentarse.
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