Se acabó la campaña y con ella nuestro diario de campaña. Es jornada de Reflexión, y lo propio es reflexionar. Yo voy a reflexionar en paralelo, y mientras reflexiono sobre quien recibirá mi voto en La Puebla de Arganzón donde vivo y resido y pago mis impuestos, que bastante papeleta es, voy a reflexionar sobre algo mucho más general, la campaña en sí.
Y esque una campaña, aún vista con buenos ojos, o precisamente por ello, es una de las cosas más inútiles y contradictorias que uno se puede echar a la cara.
En primer lugar, y ahora que todos y cada uno de los ofertantes hablan de sostenibilidad, de respeto ambiental, de gestión adecuada de recursos, de consumo responsable, etc. etc., si hay un ejemplo de lo contrario a todo esto, y dejando al margen las fiestas navideñas, no es otro que una campaña electoral. Llenamos el cielo de helio, los campos de globos escapados que digo yo que en algún sitio caerán cuando se desinchen, los suelos de envolturas de caramelos, panfletos, etc. Muchas veces se hace más de lo que se gasta y se generan sobrantes, eso sí se supone que luego se reciclarán. Pero vamos, que el gasto en papel es inmenso, descomunal. Y si no que mire cada uno lo que abulta el taco de propaganda electoral, papeletas y sobres que uno tira a la basura. Vamos, que no estaría mal que el INE, al igual que están haciendo algunas entidades bancarias, que esas si que saben, nos remitiese un cuestionario para preguntarnos si deseamos recibir la propaganda por correo electrónico, o simplemente para decir a quien no votaremos nunca y ahorrarse el envío de material.
Pero es que además de insostenible, es contradictoria porque obliga a los que trabajan por lo público, o al menos eso dicen, a estar quince días volcados en lo privado, lease las espectativas de sus respectivos partidos. Eso, unido a la práctica de en buena lid interrumpir la actividad en otras instituciones para evitar usos electoralistas de los debates, ocasiona de facto un cierto parón en la vida política por causas, curiosamente, políticas.
En tercer lugar, si hacemos caso a politólogos, sociólogos y demás ólogos, los resultados de tanto esfuerzo son escasos, y posiblemente no justifiquen el esfuerzo realizado. Parece que la gente suele tener muy claro lo que vota, y no le valen demasiado las promesas de quince días.
En cuarto lugar, las campañas son precisamente la prueba más palpable de la despolitización de la política, o dicho de otra forma, la de la marketinización de la ideología. Los que marcan la dirección no son los ideólogos, sino los asesores en marketing, publicidad y relaciones públicas. Se dice que se adoptan herramientas de técnica comercial para la actividad política, pero uno tiene a veces la impresión de que ocurre lo contrario que son las herramientas del sistema económico en que vivimos las que adoptan o tutelan las inquietudes políticas.
En quinto lugar, y ya termino, se dice que se está produciendo un divoricio creciente entre la población en general y la casta política, y claro, este tipo de campañas realmente inciden en esta percepción. Cuando uno hace el repaso diario de la prensa encuentra muchas más referencias a cuestiones de política general que a cuestiones de política local, y eso que es lo que votamos. Pero siempre hay gente interesada en convertir las cosas en lo que no son y en quejarse luego de que las cosas no son lo que eran.
En fin, lo dicho, que esto de las campañas necesitaría una reflexión más larga de la que puede provocar un día. Sigo con mi reflexión sobre mi voto.
[…] El caso es que, retomando uno de los balances que en su día hice de las elecciones municipales, estas fechas invitan a pedir a todos los partidos y hasta a la administración en general, un compromiso de sostenibilidad en las respectivas campañas. En realidad es poco más que pedirles que empiecen por cumplir sus programas en la práctica. Porque si los revisamos, los programas, en todos encontraremos compromisos ambientales, y en muchos leeremos las medidas a aplicar contra el cambio climático y a favor de la sostenibilidad. […]