Publicado en el número 12Â la revista Herrian de la Asociación de Concejos de ílava – Arabako Kontseju Elkartea
Según indica Diputación Foral a través de su web, en ílava existen inventariados a fecha de hoy más de mil fuentes y manantiales. Desgraciadamente menos de un centenar ofrecen agua que pueda considerarse apta para el consumo. Además de por su número, las fuentes alaveses fueron en su día apreciadas por la variedad de sus aguas, ya que si bien la mayoría de ellas surten aguas duras, con mucha cal, existen algunas singulares como las fuentes de agua salada, las ferruginosas y las sulfurosas.
Las aguas ferruginosas se encuentran principalmente en las estribaciones del Gorbea, y son fácilmente reconocibles por el color rojizo con el que tiñen lo que encuentran a su paso.
Las sulfurosas son también fácilmente reconocibles, y no precisamente por su color. Acercarse a uno de esos manantiales es una experiencia que no se olvida fácilmente, más aún si vas obligado por alguien que insiste en las benéficas propiedades de ese caldo con olor a huevos podridos. Tal como se indica en la misma web foral a que hacíamos referencia, este olor es causado por la presencia de ácido sulfídrico que proviene de la presencia de materia orgánica y minerales (pirita) en al acuífero.
Curiosidades al margen, podemos distinguir varios tipos de fuentes. Las de montaña, manantiales naturales que eran cuidados y acondicionados por montañeros y pastores; las de pueblo, que cubrían las necesidades de los vecinos antes de que el agua llegase directamente a las casas, y que generalmente estaban asociadas a lavaderos o abrevaderos; las singulares, que constituían un punto de destino bien por la calidad de sus aguas, bien por la de su entorno y finalmente estas en las que nos hemos querido centrar hoy. Las fuentes que, al pie mismo de la carretera constituían un embrión de lo que hoy llamaríamos íreas de descanso. He citado la del puerto de Vitoria, pero singularmente importante fue la conocida como fuente de la provincia, en las inmediaciones de Gazeo. En aquellos veranos en que la vieja nacional uno era la mitad de lo es ahora, en que los coches se calentaban por dentro y por fuera, y en que los viajes, hasta los que ahora nos parecen paseos, se contaban por horas y hasta por días, aquellos espacios eran un reposo para máquinas y hombres que hoy hemos ido sustituyendo por cafeterías y bares. Ya apenas se ven en las carreteras aquellas viejas señales que indicaban al viajero la presencia de una fuente, y hacen bien, porque como hemos indicado, la más de las veces el agua que nos ofrecen (si es que existe aún) no es potable.
Como siempre os indicamos, si tenéis sugerencias, datos o cuestiones podéis dirigirlas a elbauldelosolvidos.herrian@gmail.com
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