Estaba hoy oyendo la tertulia de concejales vitorianos que semanalmente nos ofrece Radio Vitoria cuando he oido a una concejala del equipo de gobierno rebatir a un exalcalde y concejal del equipo de no gobierno con una frase rotunda:
“La realidad es así”
Y me he dicho sí señor, eso sí que es una realidad y no muchas de las que se oyen en este tipo de tertulias.
Daría lo mismo el tema de que debatiesen, pero en esta ocasión, y lamento no haber podido seguir la tertulia en su integridad, el tema de apertura y de cierre eran singularmente sensibles: ayudas sociales y cultura.
La llegada del Partido Popular a la alcaldía de Vitoria – Gasteiz ha supuesto en ambos frentes un cambio de tendencia y de actitud evidente. Tanto es así que nunca mejor que en este caso el uso del término “frente”, porque ambos extremos se están tratando “manu militari” como si fuesen el “casus belli” que animase el cambio prometido por los populares.
En el caso de las ayudas sociales se está animando de forma yo diría que un tanto temeraria uno de los sentimientos más ruines que puede y suele asentarse en muchas partes del colectivo social especialmente en tiempos de crisis. Se trata, ni más ni menos, de alimentar esa doble percepción de que el común de los demandantes de empleo son aprovechados voluntarios del sistema que viven de perlas a cuenta de nuestros esfuerzos y riquezas siendo, en definitiva, el origen y la causa de nuestras penurias; y de que, además de ser todo eso resulta que no son de aquí. Así pues, dicho y hecho. El gobierno popular ha cogido con entusiasmo la bandera populista y se ha lanzado a terminar con el fraude a las ayudas sociales ante el aplauso generalizado de gran parte de la población que ve confirmados sus temores y certificadas sus sopechas, por mucho que muchas de estas sospechas ni lleguen nunca a probarse ni estén fundamentadas en mucho más que el rumor “bola de nieve”, el que crece según pasa de boca en boca. Podría haber elegido otros frentes más retables social y económicamente para todo el colectivo, que se yo, el fraude fiscal en todas sus vertientes, pero esto sería, según parece, bastante menos popular. Puede que porque en ese caso igual los salpicados éramos nosotros mismos o nuestras familias y conocidos. Puede que porque lo más sencillo es cargar contra colectivos que son facilmente detectables.
En el caso de la cultura el asunto es parecido. De golpe y plumazo el prsupuesto de cultura ha sufrido una reducción de cerca del 80 % de su ya de por sí exigua dotación. Se argumenta que no estamos para gastos en cosas que no sean las ayudas sociales y la creación de empleo. Curioso que se piense que la cultura no es un derecho social. Curioso también que se ignore el papel de las industrias culturales o asociadas a estas como elemento generador de empleo. Curioso esto último cuando se nos llena l aboca con palabras de más o menos nuevo cuño como innovación, valor añadido, empleo de calidad, proyección internacional, etc. etc. etc.
En ambos casos, como bien dice la concejala la realidad es así. Pero cabe hacerle un par de observaciones. La realidad es así porque alguien la ha hecho o la está haciendo así. La realidad tiene la mala costumbre de no construirse a si misma sino de nacer como producto de hechos, actuaciones y hasta intenciones que son, tanto como la realidad misma, reales. Decir que no hay recursos para cultura cuando, por ejemplo, se proyecta gastar 13 millones de euros en reformar una avenida que nadie ha pedido que se reforme es real como la vida misma. Nadie lo ha inventado. Decir que la lucha contra el fraude social es prioritaria cuando se estima, según decía el anterior alcalde, que por cada euro defraudado en ayudas sociales se producen 100 euros de fraude fiscal, es también una realidad. Tampoco la ha inventado nadie. Es más, aunque contados por separado ambos datos sean reales, sólo es cuando se ponen juntos cuando adquieren la verdadera dimensión de lo real.
La realidad es así, es cierto, pero la obligación de los muchos que pensamos que no es ni con mucho la mejor de las realidades posibles es, cada día más, luchar para cambiarlas.
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