El cielo en el que viven los concursos literarios está, hoy por hoy, por encima de las nubes. Tan alto y tan lejano que no ya es que ignore las potencialidades de “la nube”, es que a veces desconoce incluso las virtualidades del e-mail.
Todo esto viene a que, como hace tiempo que no trabajo de forma estable y retribuida, y no porque no quiera ni lo necesite, pues siempre hay quien viene y te hace el chiste ese de decirte que vives del cuento. Y uno va y se lo toma en serio y, como el ordenador no me cobra por horas, pues se sienta uno con sus fantasmas y se pone a participar en todo lo que se menea que te brinde cuando menos la posibilidad de dormir soñando que algún premio te arregle la vida aunque sea un mes. Así pues, me he puesto de forma resuelta a intentar vivir del cuento.
Me pienso yo que es una buena forma de ponerse la disciplina de escribir. De aprender leyéndose y quien sabe, de aspirar incluso a poder algún día lejano vivir del cuento, del relato y hasta del verso sin tener que concursar, sino por derecho propio.
Pero volviendo a lo que íbamos, de la lectura de los varios concursos a que me he presentado o espero presentarme, la primera conclusión a que he llegado es que los organizadores viven a menudo apenás un paso más hacia nosotros que como vivían los escritores devotos de la olivetti.
Aún se lee en las instrucciones el término “mecanografíado”, que posiblemente debiera evitarse en los certámenes para menores de 18 ños so pena de confundirles. Aún se piden entregas por duplicado, triplicado y hasta sixtuplicado. Aún se ofrece como única alternativa la de la presentación por correo ordinario. Aún se recurre al tradicional matasellos como prueba inequívoca de la entrega en plazo.
Los más valientes autorizan la entrega por email, y los hay tan avanzados que incluso te ofrecen un cuestionario y permiten la publicación on-line.
Eso sí, como buenos jurados y organizadores, celosos del respeto a los autores y sus derechos, todos garantizan que ese dispendio en papel, que ese consumo de masa forestal para su trasformación en celulosa será, en caso de no resultar ganador y una vez trascurrido cierto plazo, destruido. Se ve que les preocupa más la autoría que la ecología.
Yo comprendo que en esto de las redes hay ríos revueltas en los que las ganancias de los pescadores no son tan claras como las aguas de los arroyos de montaña sino tan turbias como las de las rías industrializadas. Yo asumo que frente a la sempiterna credibilidad de la noble institución del cuerpo de correos y telégrafos no ofrezca muchas garantías la seguridad, secreto y confidencialidad de un entorno plagado de robots y amenazado por hackers y anonimous varios.
Pero entiendo que hay puntos intermedios y hasta incluso posiblidades amplias de innovación.
Yoalguna idea al respecto estoy tramando. Si alguien se anima nos ponemos manos a la obra, y si alguien lo quiere liderar yo sólo pido la posibilidad de participar, que, como decía al principio, no me gusta vivir del cuento, prefiero vivir creando cuentos y haciéndolos realidad.
Mucha gente me comenta estos aspectos a diario. No te extrañe que se use el término mecanografiado en los concursos literarios, porque hablamos de un sector, el literario, en el que aún se envían “manuscritos” a las editoriales. Digamos que esos términos ya son inamovibles. Un saludo