Soy de los que aspira, el día que llegue que espero sea tarde, a morir con la misma sonrisa con la que intento vivir. Creo, e intento ser congruente con ello aunque no siempre lo consiga, que el humor, el buen humor, deja de ser válido como estrategia cuando deja de ser el objetivo. El buen humor es el equivalente más cercano que se me ocurre de la felicidad y no veo que en los planos individual o colectivo pueda haber objetivo más loable y necesario que el de aspirar, en la medida de lo posible, a la felicidad. Soy a ese nivel un estoico un poco inconoclasta un pelín ecléctico y crecientemente escéptico. De lo de quitarme del epicureismo se va encargando la crisis que nos convierte más bien en ascéticos, y de practicar el agnosticismo se encarga la creciente aplicación de estrategias comunicativas cuyo fin último es más despistar que informar. Vamos, que intento aplicar el principio aquel de que lo que puedas cambiar lucha por cambiarlo, de lo que no puedas cambiar intenta aprender algo y en la medida que puedas intenta que lo único que no cambie sea tu buen humor.
Sirva esta declaración de principios para amalgamar el humor, la filosofía, la comunicación y la estrategia. Porque el humor, además de una estrategia y un objetivo es un medio de hacer más livianas las explicaciones teóricas y limar las asperezas epistemológicas. Buen ejemplo de ello son las publicaciones de Cathcart y Klein en las que de la mano de chistes más o menos conocidos y emparejando un filósofo y un animal exótico analizan y explican la filosofía en general, las mentiras de los políticos y hasta la relacion del ser humano con el último de sus actos, la muerte. (1)
Tal parece que por aquí, tanto a nivel de reino como de ayuntamiento, el partido gobernante ha tomado el humor como medio de enmascarar su objetivo y hacer más tragable su estrategia. Sólo que, como decía al principio, cuando el humor no es el objetivo la estrategia misma empieza a ser chistosa aunque no termine de tener demasiada gracia.
El partido en los gobiernos aplica como máxima de su estrategia comunicativa la misma que aplicaba el sargento del chiste al que se encargaba de comunicar la muerte del padre a un recluta. Se acercaba y le decía… “recluta, acaba de llegar un telegrama de tu pueblo. Dice que se incendió ayer tu casa y que en el incendio han fallecido tu padre, tu madre, tus tres hermanas, la abuela que estaba de visita, una tía de murcia que había ido a tomar café, el perro y los dos pájaros que tenías en el cuarto” Cuando el recluta abrumado por la desgracia rompe a llorar y a arrancarse los cabellos que dirían los narradores épicos el sargento le coge por el hombro y le dice… “Que no hombre no, que era una broma, que solo se te ha muerto el padre”, lo que lógicamente consuela al recluta. Así nos cuelan cambios en los techos de gasto, deficits disparados y hasta cifras de parados… Vamos a llegar a seis milones nos dicen. Luego nos quedamos en cinco y medio y todos tan contentos.
Cuando esto no funciona aplican el otro chiste de los dos amigos que se encontraban y uno le decía al otro “¿qué te pasa que traes tan mala cara?” “joder pues que vengo de la residencia y se acaba de morir mi padre” y dice el primero aquello de… “coño, si es que hay días que es mejor no levantarse, a ti se te muere el padre, a mi se me pierde el boli… ” Pues eso… que uno está desahuciado y en el paro, sin cultura en que ocuparse, sin un euro en el bolsillo y castigado sin poder llevar unas zapatillas prada aunque sean de matute y sale el gobierno de turno y te dice que el también está jodido, que ya no come canapes sino peladillas en los convites (fuera de ellos lo de siempre). O eso o que que le vas a contar a él, que a cuenta de los recortes va a tener que quitarse las ardillas de los anillos. No queda muy claro si para ponerse diamantes, que es más fino.
Y es que volviendo a lo de las ardillas y los chistes, hoy en nuestra ciudad hemos vivido una típica crisis 2.0 con un punto delirante a cuenta de las ardillas. Según parece, y posiblemente harto de tanta chanza, el propio alcalde o el que tiene su clave, eso nunca se sabe, ha dicho digo donde dijo diego y ha llamado mentirosos a los que dicen que dijo ardillas, que de decirlo alguien ha debido ser un tonto, porque aunque él no lo ha dicho, como bien decía Forrest un tonto es el que dice tonterías. Como no podía ser de otra manera ha resultado que el tonto debía estar muy cerca, porque decir ardillas se dijo, y porque lo dijo el propio entorno del alcalde si no hasta él mismo.
Y viendo la polémica desarrollarse, y volviendo a lo de los chistes, no he podido dejar de acordarme de aquel de Eugenio en el que el padre acompañado de su hijito decía en alta voz “vaya culo” al ver pasar a un mujer despampanante y preguntado por su hijito decía haber dicho “buho”. Eugenio iba entonces describiendo las preguntas del niño y las respuestas del padre… ¿y cómo son los buhos? ¿y los buhos tienen buhas? ¿y como son las buhas? ¿y tienen buhitos? etec. etc. etc. hasta que el padre rendido confesaba “Culo, hijo, dije culo” Pues yo me he imaginado a nuestro alcalde dicendo ardilla, ciudadano, dije ardilla, y no he podido evitarme una sonrisa en un día tan soleado.
(1) Las obras citadas son “Platón y un ornitorrinco entran en un bar”, “Aristóteles y un armadillo van a la capital” y “Heidegger y un hipopótamo van al cielo”, todas ellas de Thomas Cathcart y Daniel Klein
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