Publicado en Diario de Noticias de ílava el 10 de abril de 2012
El 14 de abril que se avecina es una fecha que funciona algo así como mi anual Día de los Nombres de los Sitios. Sin ir más lejos, hará cosa como de un año me tocó participar en cierta moción relacionada con el asunto y en el proceso de selección de nombres para los caños vitorianos. La tarea me proporcionó la ocasión de reflexionar en genérico sobre los nombres de los espacios públicos.
Lo primero de lo que uno se da cuenta es de que en este campo, como en muchos otros, lo que no se llama no existe. Ya antes del pienso luego existo de René el inconsciente colectivo forjó la máxima más evidente de denomino luego existe.
Lo segundo es que si nos fijamos en la forma en que denominamos calles, plazas y caños, encontraremos motivos descriptivos, protocolarios, eruditos, oportunistas, para curar malas conciencias, o simplemente necesarios en el caso de nuevos barrios. Este abanico de motivos se reduce básicamente a dos: describir la calle, plaza o caño; describirnos a nosotros mismos como observadores, educados, sabios, trepas, penitentes o funcionarios.
Lo tercero es que todo lo anterior ocurre de forma dinámica en el tiempo. A veces los nombres permanecen describiendo lo que ya no está como el único testimonio de que un día estuvo. Otras se agolpan unos sobre otros al albur de los tiempos. Esto ocurre especialmente cuando se trata de nombres que tienen que ver con la historia y con la tendencia que tenemos a pensar que quien evita un nombre evita una tentación.
Vitoria ““Gasteiz carece de una calle, plaza o caño que recuerde que hace años pero no siglos un 14 de abril se inició, tras unas elecciones municipales, una aventura republicana que terminó como terminó por la curiosa concepción de la democracia de que hizo gala la derecha y por la no menos curiosa que de la supeditación al poder civil hicieron un buen número de militares. De nada sirvió la moción aprobada hace un año, como de nada servirán las de este año. En cuestión de nombres parece que la democracia sucumbe ante el mandato divino del gobierno.
En La Puebla de Arganzón, sea o no oficial, el viejo rótulo que llama a la plaza por su nombre, Plaza 14 de abril, emergió hace unos años bajo el revoque de una fachada y ahí sigue, dando su lustre republicano a una vieja plaza. El sábado, como los dos últimos años, un grupo de “buenos republicanos” aprovecharemos el sitio y la ocasión para celebrar el presente, recordar el pasado y soñar con el futuro. Estás invitado, si traes algo, claro.
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