Según voy terminando mi “reinstalación”, voy encontrando notas que en su día debieron convertirse en posts pero interrumpieron su camino en forma de manchones sobre una hoja suelta. Algunas estaban demasiado sujetas a la realidad coyuntural, pero otras de estas notas tienen un carácter más digamos “atemporal”. Este es el caso de la que me ocupa hoy.
Ocurrió hace unos días, semanas quizás. Gunter Grass, a quien siempre guardaré un cariño especial desde que leí su tambor de hojalata, fue pasto de las iras mediático populares porque según parece, no he podido comprobarlo, determinadas expresiones de un poema suyo podían favorecer los sentimientos antisemitas en los que lo leyeran.
Esto me provoca varias reflexiones.
En primer lugar este tipo de apreciaciones, en general me parecen tanto un insulto al lector como un reconocimiento de la poca confianza que la formación que se le da genera en los poderes públicos de donde a menudo surgen estas críticas. Preocúpense más de la educación del individuo y de que quienes integran la sociedad tengan el suficiente juicio crítico para saber lo que leen y dejen ya de decirnos lo que podemos o no leer y los efectos que las lecturas tendrán en nosotros.
En segundo lugar, y si en efecto, la opinión de los intelectuales y pensadores tiene la capacidad que presuntamente se le concede en casos como este para remover las conciencias, hace tiempo ya que muchos gobernantes y algunos mercados estarían en el limbo de los injustos o cultivando malvas.
En este aspecto, parecen ignorar los críticos que a menudo, su labor más eficaz es la que hacen diariamente, haciendo pasar inadvertidas las opiniones contrarias al sistema, reduciéndolas al ámbito de la élite ilustrada y visionaria y asumiéndolas como un elemento decorativo fruto de las mentes iluminadas de los progres y los intelectuales. Si algo les da visibilidad son precisamente las críticas feroces. En ese aspecto es difícil estar orgullosos de la sociedad a la que se pertenece, más pendiente del Barí§a o del Madrid, o del Athletic, que lo mismo me da, que de los temas que le afectan de verdad.
En tercer lugar me parece curioso que las opiniones que reciben el generoso altavoz del sistema son generalmente aquellas que aparecen como más racistas o xenófobas, o más susceptibles en todo caso de caracterizar a su autor como un retrogrado, un integrista o simplemente un botarate.
Y en cuarto y último lugar es también curioso que cualquiera pueda decir lo que le parezca sobre ciertas minorías o ciertas individualidades, léase musulmanes, fideles chaveses, sudacas, rumanos etc. etc. y nadie parezca ver motivo de molestia, pero en cuanto tocamos a judíos, reyes y demás elementos especialmente protegidos determinados voceros ponen el grito en el cielo.
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