Publicado en Diario de Noticias de álava el 29 de mayo de 2012
Relato es sin duda alguna la palabra emblema de nuestra época. Está en boca de todos y a todos preocupa aunque, por variar, nos preocupa de forma diferente y por diversas causas, que hasta en esto del relato hay clases.
A la clase económica, no por barata sino por financiera, le preocupa el relato de sus fechorías pasadas y presentes. Bueno, lo que en realidad le preocupa a esta clase es que su relato siga siendo incomprensible para jueces y magistrados y que a ellos les siga permitiendo escribir capítulos con el mismo argumento hasta el final de nuestros días, que aspiran ellos que sea antes que el de los suyos.
A parte de la clase dirigente le preocupa el relato de la violencia de los últimos años. A los que sufrieron en sus carnes violencias más antiguas pero no menos sangrientas les preocupa también su relato y con tanta razón. Porque como veremos, si algo tienen los relatos es que cada cual tiene el suyo.
Tanto es así que, si dejamos al margen diarios y revistas, apagamos radios y televisores, y nos ponemos a pensar en el relato nuestro de cada día, coincidiremos todos en que de un tiempo a esta parte uno se encuentra más con relatos que con personas. Basta pararse y preguntar: ¿Qué tal? Y donde antes el ingenioso contestaba aquello de ¿bien o te lo cuento? ahora ni eso. Uno hace la preguntita y se marcha un rato después consolado como el sabio aquel de las cerezas. Ese que iba lamentándose de que su pobreza sólo le daba para comer cerezas y que encontró que tras él marchaba uno que se iba comiendo los huesos que tiraba.
A veces son en primera persona, a veces en tercera, pero todos similares. Aquello de lo que nos ocupamos diariamente, ya sean soterramientos, ya avenidas, ya estaciones o tranvías son tan solo referentes para poner a algunos verdes, y no hablamos de green, hablamos de capital o de trabajo, lo mismo da. Y es que si en algo coinciden todos es en que la cosa va muy mal, y en lo que coinciden cada vez más es en que lo que se dice no se cuenta de oídas sino de vividas.
Yo como todo el mundo tengo mi relato, no iba a ser menos. Pero da más para una biografía que para una columna. Y eso que no deja de ser parecido al que oigo cada día  con el añadido de ser un recién llegado de la nada, de ese agujero que tiene ílava en su interior y que es un si es no es. Lo que te deja un poco como el burro del chiste, el que se murió justo cuando había aprendido a vivir sin comer para sorpresa y enfado de su amo. Así que diremos ¡Bien! y a seguir mal.
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