Publicado en Diario de Noticias de ílava el 5 de junio de 2012
Sale el sol y allá que los vitorianos, como las ratas del barco a la deriva, no pierden ocasión y abandonan el barco. Antes de la crisis se iban a la sidrería o al asador. Ahora, con lo justo para la gasolina, se van al pantano, a la campa o a la piscina. Pero el caso es que se van y queda la ciudad desierta. Mejor dicho quedaba, que ahora se llena de turistas.
Quedamos de guardia los pobres tontos a los que no nos da ni para gasolina o no tenemos coche donde echarla. Quedan también los que trabajan en atender a los turistas, porque los vitorianos o no estamos o estamos para que nos atiendan los servicios sociales. Y aún así cumplimos también nuestra misión. Somos figurantes en una ciudad abierta por sobras y trasmitimos a los visitantes la ilusión de que está viva.
Y poniendo en relación la crisis, los servicios sociales y el turismo que nos alimenta no estaría de más profesionalizar la figura del figurante. Cubriríamos así esa demanda social de que los que cobran las ayudas sociales se lo curren, fortaleceríamos nuestro impulso turístico y de paso tendríamos a nuestros indigentes ocupados, lo que les haría estar un poco menos preocupados. A cambio de estos ingresos habría que exigir eso sí, una vestimenta adecuada, correcta pero no estridente, y la disposición, según el plan trazado, para que barras y terrazas no parezcan yermos sino estancias. De consumir nada, que tampoco estamos para fiestas, pero eso sí, con la taza vacía o el vaso con sus hielos para dar imagen y, por supuesto, en cuanto que llegue un cliente de los de verdad, de los que pagan, coge uno y deja el sitio discretamente. Los mejor peinados los ponemos a cubrir las salas de exposiciones y museos, que da muy mala impresión pasear ante lo expuesto con la sensación de haberse quedado encerrado fuera del horario de visitas. Unos cuantos que anden por la calle, y los más ágiles que lo hagan en bicicleta, en la suya claro está, que para alquileres no estamos.
Es por último importante que nuestros figurantes trasmitan al visitante la esencia de la ciudad, su idiosincrasia que dirían los finos. Hablaremos al visitante de grandes proyectos, pero no de hacerlos. Y si pregunta por una estación le indicamos un solar cualquiera y le preguntamos si la quiere aérea, terrenal, flotante o soterrada. Y si nos dice que le da igual, que lo que quiere es coger un tren o un autobús entonces le llevamos a la provisional, que es la de verdad. Eso sí, todo ello después de hacer la pertinente consulta.
Hay que imaginar nuevos “nichos” de empleo, como dicen los modernos. No se si podría considerarse como “trabajo comunitario para poder cobrar desempleo o acaso el PECiudad ( antes PER ).
Fina ironía ja, ja.