Publicado en Diario de Noticias de Álava el 7 de agosto de 2012
En Vitoria-Gasteiz lo blanco y lo azul no son dos, sino un solo color. Miramos al cielo y vemos el blanco de las nubes y, con un poco de suerte, algún rinconcito de azul. Camino de las barracas pasamos por el estadio donde juega, o lo que sea, nuestro glorioso y bravo equipo albiazul. Volvemos para el centro y llegados que somos a las txosnas, vemos que el color de moda es el azul, y ya por el casco viejo observamos que el corazón gasteiztarra es tan cuadriculado como blankiazul.
A veces el blanco y el azul nos sorprenden. Se empeña el niño en que le cojas un globo y tú te pones serio y dices que el de la gaviota no. Lo dices y te comes lo que has dicho cuando te acercas y descubres que aunque el azul es casi el mismo, lo del blanco de las gaviotas no. Cosas que tiene esto de cogerse globos. Pero volviendo a las fiestas, se sorprendía el otro día un amigo de la cantidad de gente que puede caber en un bar. Y en la calle le añadí yo. Y es que estos días, intentar atravesar la Kutxi, la Pinto, o la Cuesta, es misión titánica. Y cuando por fin hay sitio lo que llega es el resbalón. El resbaladero se extiende como una mancha de aceite por los cantones del casco viejo y por sus calles también. Entre productos de limpieza y deshechos humanos varios va uno dando más patinazos, reales y figurados, que un novato en la pista de hielo navideña. Hay momentos en que los caños, los que antaño recogían lo más sucio, son ahora como el suelo de una cocina profesional comparados con la mugre que inunda las calles que ahora son caños y los cantones hechos torrente.
Tendrían que llamar nuestros ediles a los vecinos sanfermineros e interesarse por el tratamiento que han dado a la curva de Mercaderes, que aquí al coger la curva para tomar o abandonar un cantón acaba uno a menudo como los toros contra el tablón. Y el katxi al suelo. Otra contribución a la red de saneamiento y un resbalón garantizado para el siguiente. Y como se trata de contrastes, cuando por fin se secan los katxis caídos la situación se invierte. Te quedas un rato quieto y luego no te mueve ni dios. Estás literalmente pegado y con la sensación de que vas a dejar las suelas en el suelo cuando intentes arrancar. Eso sí, mientras tanto tienes tiempo para observar que en las profundidades de las alturas vitorianas, ni los ambulantes llevan pañuelos que no hablen blanco y azul. Incluso muchos este año ni siquiera lucen cuadros sino simplemente azul. Otro pañuelo más que echarse al cuello y ya van cuatro.
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