Hay un debate eterno, que tiende a enfrentar la ciencia, la tecnología con la ética, la moral y hasta la propia superviviencia de la especie. Este debate tomoa en ocasiones tintes políticos, o pseudo políticos y es habitual caldo de cultivo para los agónicos promotores de protestas, sentadas, pintadas y demás plataformas. No diré yo que no haya casos en los que estas quejas sean justificadas, ni tampoco diré que a veces el error es plantear estas y no otras quejas que sobre el mismo tema sería más razonable plantear.
Uno de estos temas estrellas de los riesgos peligros y abusos de las tecnologías es el tema de las antenas de telefonía movil. Uno las mira como a enormes y diabólicos totems que emiten invisibles maldiciones que nos harán perder los cabellos, la virilidad, que nos harán surgir apéndices por doquier, y acabaremos como marcianos desastrados.
Nos dicen y nos afirman que nuimerosos estudios avalan estas tesis, y en esto, que tal como recogen diversos medios estos últimos días aparece un humilde científico, un tal Felix Goñi, y se despacha con un par de perlas de las que deberían imprimirse en carteles, pancartas y hasta en la frente de alguno.
Antes de seguir diré que el tal Goñi, parece que algo debe saber del asunto, no ya porque sea premio euskadi de investigación 2002, sino por su condición de Catedrático en Bioquímica y Biología Molecular y Director de la Unidad de Biofísica en la EHU-UPV.
Ahora sin más comentarios me permito citar tres de sus respuestas que me parecen sencillamente antológicas:
La protección de la salud humana exige la aplicación urgente del principio de precaución, defienden estos colectivos. ¿Debería prevalecer en este caso?
La única consecuencia lógica del principio de precaución, que lo pueden escribir con mayúsculas sin que por ello adquiera validez, es el suicidio colectivo. La vida es una enfermedad mortal, y sólo hay una manera de conseguir el riesgo cero, que es renunciando a vivir.
¿Qué peligro corren los inquilinos de un bloque de viviendas en cuyo tejado hay una antena de este tipo?
El del vendaval. Dichos inquilinos deben renunciar a pasearse por la azotea en días de viento.
Antenas, redes eléctricas, móviles, microondas, sistema wifi… ¿Por qué cree usted, entonces, que existe tanta polémica en torno a toda esta tecnología?
¡Al fin una pregunta sensata! Sólo que para ésta no tengo respuesta. Yo soy científico, no sociólogo, ni siquiatra. No puedo contestar, pero no deja de llamarme la atención la anomalía que supone una sociedad archidependiente de la ciencia que, sin embargo, ignora por completo sus fundamentos y desconfía de sus aplicaciones.
En fin, para que luego digan que los científicos viven aislados y desconectados de la realidad…
Puedes leer la entrevista completa en la edición digital de Gara.Â
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