publicado en diario de noticias de álava
La Diputación de Burgos se reunió recientemente para emitir una declaración que tranquilice a los propietarios del enclave de Treviño, que según ellos son ellos mismos, los burgaleses. Y es que existía cierta desazón entre esta comunidad de propietarios ante ciertas noticias, que más bien son bulos o rumores, de que el tema de Treviño se iba a incorporar a la negociación entre Zapatero y ETA. Por fin estoy de acuerdo en algo con la Diputación de Burgos. El tema de Treviño no se negocia. Lo malo es que a partir de ahí comienza el desencuentro.
Porque efectivamente, no hay nada que negociar, hay simplemente algo que solucionar. Algo tan sumamente irracional como el hecho de que la voluntad de la ciudadanía sea pisoteada una y otra vez con base en argumentos que nada tienen que ver, no ya con nuestros derechos, sino con la misma, sencilla y machacona realidad.
La primera realidad es que si alguien quiere hablar como propietario del enclave, que haga lo que yo, que escriture su parte. Pero es que aún con un trozito del enclave escriturado a mi nombre, a mí no se me ocurre pensar que todos los que viven en mi casa son también propiedad mía. No estamos en el siglo XII.
Pero hay más. La declaración institucional a la que hacía referencia pone de manifiesto “las inequívocas vinculaciones históricas, socio-culturales, linguísticas y económicas que al Condado de Treviño le son consustanciales como parte integrante de la provincia de Burgos y de Castilla y León” (sic ). Como no quiero hacerme mala sangre, y en mi condición de residente en el enclave, me voy a permitir recordar un chiste, que creo que es suficiente explicación. Padre e hijo caminan por el campo, entre Añastro y la Puebla de Arganzón, por poner un ejemplo. El hijo pregunta: aita, ¿qué está más lejos? , ¿Burgos o la luna? El padre enfadado, responde: desde luego, no sé para qué te estamos pagando la educación, ¡qué pregunta mas absurda! ¿Tú ves Burgos por algún sitio? Pues eso .
Pero es que hay más todavía. El presidente de la Diputación de Burgos, cuyo nombre desconocen muchos ciudadanos del enclave que sin embargo sí saben quién es Rabanera o quién Ibarretxe, cosa extraña dada la consustancialidad antes mencionada, destaca que se trata de “un tema fundamental en el que jamás ha habido la más mínima discrepancia”(sic ). Y el caso es que volvemos a enfrentarnos a un pequeño olvido, a una insignificante errata. Porque está claro que sí ha habido una mínima discrepancia. La de los propios ciudadanos del enclave. Pero claro, ¿qué es eso en el conjunto de Castilla y León? ¿A quién importa la capacidad de decisión de unos pocos siervos de la gleba?
En fin, ya para terminar, la portavoz del PP en la Diputación (de Burgos), una tal Cristina Ayala, concluye que una declaración de tal calibre que tan magníficamente representa los valores de defensa del estado de derecho, pone de manifiesto la “normalidad democrática” en un tema en el que es normal que todos cedan para tener “una misma postura en la defensa del enclave de Treviño”. Ya sé que es muy brusco decirlo. Pero si lo de Treviño es normal en democracia, yo igual como que me borro. Porque si en democracia es normal que una serie de partidos, con siglas que a muchos nos resultan conocidas, se unan para “defender el enclave de Treviño”, y que esta defensa sea en realidad la defensa de sus propios intereses frente a los de los ciudadanos del enclave, quiero suponer que el error está en lo de normal y no en lo de democrático.
En resumen. ¿Qué tal si nos dejamos de declaraciones y nos limitamos a las actuaciones necesarias para solucionar un conflicto entre lo real y lo administrativo? ¿Qué tal si en vez de hablar tanto de valores democráticos nos limitamos a practicarlos? ¿Qué tal si en vez de llenarnos la boca con la defensa de Treviño nos limitamos a escuchar y respetar a sus ciudadanos? Los que vivimos en el enclave lo agradeceríamos.
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