Sucedió lo que tenía que suceder y aquí estamos de nuevo, una vez más, otra de tantas, camino de una nueva noche electoral. Entiéndase que digo lo de nueva más que nada porque es otra, no porque los vicios eternos del sistema y quienes lo gestionan hayan cambiado en exceso, lo que no quita para que esta elección plantee sin embargo algunas novedades.
Ahora que los corredores están aun ajustando sus posiciones en los tacos de salida es buen momento para hacer un recorrido previo por el panorama que nos ofrece la pista.
La primera novedad es que, si los interesados no lo remedian y al menos a uno se le ve muy interesado en no remediarlo, la siguiente legislatura puede ser inédita en la historia del parlamento vasco. La primera en empezar con tan solo cuatro grupos representados en sus asientos y terminar así si ninguna excisión lo arregla (algo por otra parte no descartable en este país).
La segunda novedad, que no debiera serlo, es que recuperaremos un mapa institucional, resultado de un proceso electoral, que se asemeje más a la realidad socia-político-emocional del país que el que tenemos ahora.
A mi el panorama me preocupa especialmente por dos razones. La primera es porque después de años viviendo como un incrustado castellanoleones en pleno corazón de Araba, vuelvo a recuperar mi condición de votante en la comunidad autónoma, paso pues de espectador a agente. La segunda es porque visto lo visto a veces pienso que era mejor vivir como espectador que tener que elegir entre los que saltan a la pista.
No me gusta el panorama porque una vez más tengo la impresión de que priman los objetivos propios de cada contendiente que los generales de los contenidos en este nuestro autónomo continente. Tácticas y estrategias se dirigen una vez más a conquistar el poder que a ganarlo. No se trata de explicar lo que se quiere hacer y dejar elegir, sino de apelar al “confía en mi que ya haré lo que tenga que hacer”, y sobre todo al “desconfía del otro que es muy malo, y lo que sea yo está por descubrir”.
A partir de ahí se abre la veda para tratar al votante como idiota y abusar de su presunta falta de memoria tanto como de su presumible capacidad para no darse cuenta de las trampas. Decía un amigo mío hablando de la publicidad en general que era de aplicación aquello de “dime lo que anuncias y te diré de lo que careces”. En estrategia electoral parece que lo suyo es aplicar una versión de lo anterior: “dime de lo que acusas y te diré de lo que eres culpable”. El PP acusa al PSE de haber llevado a la ruina al país. Con su ayuda entiendo yo, que son los que hicieron posible ese gobierno y los que lo han venido sosteniendo. El PSE acusa al PNV de ser nacionalista, cosa que es de gran sagacidad habida cuenta de que es algo que está en sus estatutos y hasta en su nombre. Se acusa con ello de ser tan pragmático que no acaba de entender que tenga que haber relación entre, por ejemplo, llamarse socialista y serlo. EHbildu acusa a todos de atropellos democráticos, y con eso ya está bastante dicho. Y el PNV, no es que no acuse a nadie de nada, es simplemente que todavía no tengo claro a quién acusa de qué. Creo yo que consciente de que recupera el papel central de novia de todos, o de novio deseado, para que no haya disputas de género, no está muy por acusar ni acosar, que luego no sabe uno o una con quien se va a tener que terminar por acostar.
Al fondo de la pista hay tres corredores famélicos, descalzos y hambrientos que están enzarzados en una agria disputa por ver quien corre por la quinta calle, pero a estos tres casi mejor les dedico un apunte otro día, porque el tema se las trae. Yo de momento a seguir observando
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