Tiene que ser muy complejo ser economista. Tiene que serlo porque si sin serlo las cosas no son sencillas, siéndolo tienen que aparecer como imposibles. Por eso tienen ellos que acabar como todos, jugando conlas palabras hasta hacerlas incomprensibles. Es el signo de nuestros tiempos, la burbuja del conocimiento de la que ya hablaremos otro día. Por eso ocurre a menudo que se pone uno a analizar las palabras a la vez que mira a la realidad y a veces las cosas dejan de complicarse y hasta acaban siendo sencillas.
Lo primero que uno piensa es que en esto de la crisis, como en muchas otras cosas, bastaría con aplicar un poco de lógica. Pero no necesariamente la de los mercados. Porque uno ve que los mercados nunca pueden ser árbitros cuando son a la vez parte del juego. Es como que un Barça Madrid lo arbitre Esperanza Aguirre, o como que un laudo de obligado cumplimiento en un conflicto laboral lo dicte el presidente de la Patronal. Aunque bien pensado eso es lo que viene a pasar.
Uno no tarda en darse cuenta de que la confrontación, básicamente, se reduce a discutir la lógica que aplicamos.
Si aplicamos la lógica de los mercados la cosa va bien, porque a ellos les va bien, y porque para que a ellos les vaya bien es lógico que a nosotros nos vaya mal. El modelo funciona a la perfección. Cosa aparte es que no sea nuestro modelo.
Si aplicamos nuestra lógica, la de los mercadeados, la cosa no va bien por razones simétricas a las que acabo de exponer. Aplicando nuestra lógica no es comprensible que hayamos desmantelado las fábricas donde producíamos cosas que consumíamos y seguimos consumiendo, y de cuyo trabajo vivíamos para ceder a otros el testigo de la explotación que habíamos domésticado y que ellos están ahora sufriendo y nosotros empezamos a padecer de nuevo. Hemos dejado de trabajar haciendo cosas que necesitamos para que las hagan otros más barato que nosotros mismos. ¿Y que hacemos ahora nosotros? Pues algunos forrarse, y los más empobrecernos. ¿De que nos sirve tener una barredora que hace con un chofer el trabajo de diez barrenderos si lo que conseguimos son nueve personas que barrer porque no tienen nada que hacer?
Lo sostenible no es alimentar una espiral de crecimiento que solo beneficia a unos cuantos. Es más bien aplicar la lógica sencilla de fabricar lo que necesitamos y en todo caso de comerciar cambiando cosas que nosotros producimos por otras que necisitamos, sin que esa lógica implique inundar a otros con lo que ni necesitamos ni necesitan, ni demandar de otros lo que ellos necesitan y nosotros adoramos sin precisarlo. Se trata de buscar con lógica las formas de repartir de forma lógica las tareas que nos hacen que ser humanos sea un empeño en el que lo colectivo es tan importante como lo individual.
En esa lógica no están los mercados. A esa lógica no llegan a menudo ni economistas, ni políticos ni muy a menudo intelectuales varios. Es más facil seguir lanzando eslóganes brillantes desde el i-phone.
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