Tengo la impresión de que existe un creciente fariseismo que nos hace concentrarnos en las hojas mientras el rábano va alcanzando el tamaño de una sandía. En esta ocasión se trata del viaje de Mas a Rusia. Pero lo mismo se puede aplicar a cualquier cantidad o concepto que pueda incluirse en ese tan amplio de los gastos de representación, el marketing, las relaciones públicas o la promoción. Nos parece escandaloso que una delegación que busca capatar capitales se aloje en un hotel de lujo. Nos parece indignante que a un visitante ilustre se le lleve a comer al Portalón en vez de llevarle a comer un bocata de calamares. Hasta la corbata nos acabará por parecer ofensiva y provocadora habiendo como hay ropa útil para la montaña que vestir.
Y el caso es que puede que no esté bien viajar a Rusia mientras se aplican recortes en casa, pero sinceramente eso a mi no me parece lo peor. Peor me parece, y más farisaico, que un medio como ABC sea quien publique juntos los gastos del viaje y los recortes. Peor me parece que se hable tanto de los detallles y tan poco de los fondos.
Porque veamos, ¿de qué nos sirve dar imágen de pobres si no rompemos antes el modelo que nos ha hecho pobres? ¿No nos afeitamos y elgimos el atuendo cuando vamos al banco? ¿No preparamos una entrevista de trabajo como si fuésemos lo que no somos? ¿No pagamos los cafés al jefe o tiramos la casa por la ventana cuando invitamos a comer o cenar a un posible socio? ¿Y eso que hacemos nosotros como individuos está mal cuando lo hacemos como colectivo?
Pues puede que sí, pero tengo la impresión de que lo que realmente está mal es vivir en un sistema en el que para conseguir algo hay que dar la impresión de tenerlo ya. Un sistema en el que hay que pedir de forma que parezca que se da, y más aún, en el que las inversiones son tan sólo una venta de nosotros mismos para mayor beneficio de otros.
No cuestionar eso es recortar gastos sin tocar esquemas. Mantenerlo con esas objecciones es engañarse y distraernos. Hay que cambiar el modelo, no su protocolo.
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