Hay que ver cuando la gente se pone, nos ponemos, a hablar en la distancia lo fácil que es decir lo que sea. Claro que, luego a menudo, pasa lo que pasa. Y el caso es que el buen jugador de mus sabe que, después del último hordago, no hay empate. Lo sabe tan bien como sabe que durante la partida conviene ser paciente. La gente sabia juega “a la piedra” porque sabe que meterse en jardines te calienta la boca y llegados al punto donde se juegan todas las piedras ya no hay seña que pasar ni farol que valga.
Y no aprendemos. Y va el uno y se saca de la manga un oportuno informe y llena a diario páginas de su diario. Y consigue exactamente lo contrario de lo que se propone. Y va el otro y dice no se qué desde bruselas o desde Luxemburgo, y tres cuartos de lo mismo. Y todos cuentan lo que quieren y opinan sobre lo que no deciden. Ninguno espera a ver que es lo que dicen los interesados. Yo tengo mis opiniones, por supuesto, pero a menudo las reservo por prudencia, más por respeto que por tolerancia.
A mi no se me ocurriría hablar de que los catalanes navegen “a la deriva” como dicen muchos. Yo casi preferiría hablar, y más aún escuchar de lo que encierra el verbo derivar. De conocer cual es el origne desde el cual la situación ha derivado hasta el presente, de cuales serán las consecuencias que se derivarán en el futuro, y de cómo, puestos a hablar de derivas y de cómo y cuanto han cambiado su trayectoria algunos, se trata tan sólo de un impasse hasta recuperar el timón o de un auténtico cambio de ritmo.
Yo mientras tanto de momento espero al domingo, y después un poco más.
Leave a Comment