Publicado en Diario de Noticias de Álava el 4 de diciembre de 2012
Vitoria – Gasteiz es, como corresponde a las ciudades viejas, ciudad de tradiciones y costumbres. Esto no es de por si ni bueno ni malo. A veces es bueno tener referencias y otras es malo tener vicios. En todo caso, por nacimiento, posición e historia no ha sido Vitoria una ciudad industrial. La industria aquí era más bien cosa de foráneos y de excéntricos. Y así sigue siendo hoy. Según crecemos la alejamos, no por cuestiones medioambientales, sino por no ver tan cerca lo que en el fondo nos es tan ajeno. Que fabriquen otros y nosotros a lo nuestro, a atender a viajeros y visitas y a venderles algo. Vitoria es en esencia una ciudad de itinerario, de estación y de mercado. Hasta los curas y militares no dejaron de ser un episodio efímero que el callejero se empeña en recordarnos.
Por eso será que tenemos tantos mercados y nos gusta tanto mercadear y que nuestra vitoriana vida gira en torno a las estaciones: el invierno, el verano, la del tren y la de autobuses.
Ahora se nos va a quedar una vacía y he oído que la quieren convertir en un mercado. Y digo yo que teniendo el de abastos, los mercadillos de barrio en busca de futuro, el de Simón Bolivar, la Plaza Nueva, la Vieja… pues como que la estación desocupada la vería yo mejor convertida en lugar de referencia de nuestras esencias. Un homenaje al viejo “trenico” sobre el solar de cuya olvidada estación se levanta. Una estación para nuevos usos: tranvía, autobuses urbanos y de los pueblos, bicicletas y hasta vehículos eléctricos. Un punto de encuentro de bidegorris y vías verdes y, hasta para alegrar la vista de la chavalería de todas las edades, un punto de cita del modelismo y del maquetismo con trenes eléctricos y maquetas. Y hablando de maquetas y de esencias hasta podríamos dedicar un espacio a otra de nuestras constantes: las maquetas de los proyectos que nunca realizamos.
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