Está surgiendo una nueva tropa de expertos. Son los que saben medir el tiempo de vida que nos roban las cosas que hacemos. Los hay que miden cuánto más corta es nuestra vida cada cigarro que terminamos; los hay que saben lo que aceleramos el tiempo en un gin-tonic. Hasta las grasientas hamburguesas tienen su propio cronograma de la muerte. Y el caso es que de repente se desprende un alero y todos los agoreros se quedan con cara de poker. El juez levanta el cadaver mientras junto al furgón funerario el chofer apura un cigarro. Él sabe bien que el tiempo es relativo mientras dura. Cuando se acaba el final es absoluto. Ha paseado en su coche a deportistas arrollados y a jubilados alcoholizados. Ha cerrado la cremallera de sacos que contenían jóvenes cuerpos atléticos y de otros que albergaban despojos maltratados durante años. El cree que a veces los despojos tienen el semblante más relajado. Parece que llevan en la frente grabado a golpe de desobediencia el eslogan más valiente que la humanidad ha producido: “que me quiten lo bailado”. Los otros, los que se cuidaron de malgastar el tiempo y lo perdieron, tienen el gesto confuso. Por un lado fueron buenos y prudentes, pero por otro muestran la duda de pensar de repente que se han perdido algo, y lo que es peor, que se lo han perdido para nada. Es como si fuesen batallas distintas que se cruzan, porque el tiempo de la vida no se gasta en un cigarro, ni se pierde en un gin-tonic. El tiempo que se vive se disfruta o se padece. Y vale que no es necesariamente necesario el gin-tonic y el cigarro para disfrutarlo. Pero privarse de él solo para alargarlo no parece, al final del camino, demasiado inteligente. Fumar puede matar, pero a veces mata el aburrimiento y la ansiedad. Disfrutar del cigarro o de un paseo, o hasta de una mañana en el frontón puede acelerar la muerte, pero nunca frenar la vida.
Al final, lo cierto es que la vida avanza con su propio ritmo, y que mientras dura, como decía el chofer de la funeraria, lo único absoluto es que se acaba, lo relativo es lo largo o lo corto que se te haga el trayecto.
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