Publicado en Diario de Noticias de Álava el 12 de marzo de 2013
Hay que ver cuántas veces en la vida se encuentra uno enterándose de lo que no debería. Unas veces son minucias, inocentes cotilleos. Otras son opiniones cargadas de ignorancias y complejos. A veces incluso son confesiones de actitudes nada edificantes. Y todo porque hay gente que parece trasladar a su entorno la responsabilidad de su discreción. Gente que parece creer que vive rodeada de sordos. Son esas personas que se ponen a tu lado en el bar, en la sala de espera, en el tren o donde sea y hablan sin reparo ni recato de lo divino, de lo humano y hasta de lo subterráneo. Y además bien alto, lo mismo da que sea en vivo y en directo o con el móvil.
Así te enteras, quieras o no, de enfermedades ajenas, de rupturas o reencuentros, de precios de pisos, notas escolares, salarios brutos y conflictos varios.
Lo más curioso sin embargo es cuando tu locutor, el que radia su vida sin que puedas hacer nada por evitarlo, se pone a describir con pelos y señales fraudes varios. Lo mismo puede ser un fraude de IVA, como una baja simulada, o una ayuda indebidamente cobrada. De algunas de estas cosas tenemos amplia información por la cruzada anti fraude de nuestra administración, sobre todo por la parte de las ayudas sociales. Pero otras, que uno oye a voz en grito en cualquier sitio, de esas parece que no se entera nadie. Cosas como la madre que habla del truquito de presentarse como madre soltera para conseguir plaza en un cole de pijos para acto seguido seguir hablando de lo empadrado que está el niño y lo contentos que vivirán los tres con su nuevo colegio. A uno le quedan ganas de denunciarlo pero al final llega tu turno, haces tu gestión y sigues viviendo tu vida mientras él sigue contando la suya. Y a ti te dan ganas de cantar, como antaño se cantaba aquello de precaución amigo conductor, esto otro de discreción, amigo parlanchín.
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