Publicado en Diario de Noticias de Álava el 30 de abril de 2013
No siempre los ingleses ganan las batallas que empiezan en La Puebla de Arganzón. No todos. Algunos como William pierden alguna que otra batalla, aunque no me cabe duda de que la guerra que de verdad importa, la del cariño, el respeto y el recuerdo de la gente, no depende nunca de la última sino de todas las anteriores, y esas Willy las tenía ganadas por sus méritos y habilidades, y además con todos los honores.
Hay líneas como éstas que hoy escribo cuyo final sabes, pero que por eso mismo son costosas de empezar. Si me llamase Miguel empezaría diciendo algo así como que en Arganzón, su Puebla y la mía, ha muerto como una brisa William, con quien tanto bebía. Si me apellidase Manrique diría que nuestras almas aún dormidas recordarán siempre el seso avivado y despierto de Willy contemplando cómo se pasa la vida y cómo se viene la muerte tan callando. Si Federico y García, hubiese exclamado admirado ¡Qué gran inglés en la plaza! ¡Qué buen inglés en Miranda! ¡Qué blando con las espigas! ¡Qué duro con las espuelas! ¡Qué tierno con el rocío! ¡Qué deslumbrante en las fiestas! Si supiese el inglés suficiente podría como Cohen decirte que te cantaré desde esta colina rota todas esas frases que conoces, si es tu deseo, If it be your will.
Pero no soy ninguno de ellos. Solo soy Javier, el que escribe en el diario; el chico que te ponía las cervezas o las bebía contigo según temporadas; el que aguardaba cada martes nervioso tu comentario cuando me leías; el que discutía contigo de filosofía, de historia, de política o de lo que fuera; el que disfrutaba con tus chistes y con tu truco de las monedas. Y aquí estoy hoy, sin saber cómo empezar las líneas que te debía, y que tengo claro cómo terminan: con un abrazo para Keren y Miriam y un deseo para ti. William Cunningham, Sir William como solía llamarte, You’ll never walk alone!!
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