Realidades paralelas

Publicado en Diario de Noticias de Álava el 24 de septiembre de 2013

No personalicemos, no. No caigamos en la trampa del dedo y la luna, del rábano y las hojas, de las ramas y el bosque. El problema no es una ministra, un ministro, un alcalde o un presidente. El problema no es a veces ni quién gobierna ni quién se le opone. La cuestión clave es que, de forma creciente, gobernantes y gobernados habitamos realidades paralelas. De forma tan creciente que a veces no son ni siquiera paralelas, sino directamente divergentes.

Yo supongo que habrá en efecto vitorianos y hasta incluso ciudadanos del mundo a los que les quiten el sueño los grandes debates local-planetarios. Que si un cartel de cerveza se ha colado en una plaza verde hecha de piedra; que si la avenida requería una obra que no se sabe muy bien quién pedía; que si puestos a completar la desertización del centro sobran bancos, árboles y macetas para que se vean mejor los “se traspasa” de las tiendas y los bares; etc. etc.

Pero si personalizamos no nos queda otra que rebelarnos. Romper el silencio y clamar en este desierto nuestro. Estoy en tratamiento porque tengo Hepatitis C. El tratamiento no es un privilegio, aunque visto lo que cuesta recibirlo pudiera parecerlo, como no lo es el ser albergue del virus. El tratamiento es duro y caro. Pero ninguno de los 700.000 súbditos afectados lo hemos elegido ni le hemos puesto precio. ¿Por qué entonces nos piden que seamos copaganos? ¿Por qué no aprietan a las farmacéuticas? ¿Por qué no se plantean que uno de los debates serios es, por ejemplo, pensar en cómo hemos dejado que la investigación sobre nuestra salud sea un negocio y no un servicio?

Por eso hago coro con William y clamo aquello de “Si nos pincháis, ¿acaso no sangramos? … Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos?” Y es que a veces dan ganas de usar como arma esa sangre que porta nuestra cruz y desangrarnos sobre la realidad para recordarles que existimos.

 

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