No sé el resto, pero yo hay cosas que cada vez tengo menos claras. Y una de ellas es esta oleada de sana sensibilidad que nos invade y que se manifiesta en eso que podríamos llamar y de hecho es palabra de moda, visualización. Y no lo tengo muy claro porque no puedo evitar sentir la sensación de que el sistema se aprovecha de los buenos sentimientos para evitar los enfrentamientos aún cuando estos son necesarios. La visualización, especialmente cunado se sustenta sobre lo afectivo, sobre lo emocional, deriva muy a menudo hacia un lavado de cara y una coartada emocional. Me pongo el lacito y cumplo. Digo que tengo un amigo homosexual y cumplo. Doy dos cajas de cola cao al banco de alimentos y cumplo. No escupo a mi vecino musulmán y cumplo. Voy a una fiesta afro, como un plato extraño y hasta digo que está muy bueno y cumplo. Y al día siguiente sigo con mi vida. Y bajo al bar y pongo a parir al moro de mierda y cuento un chiste de maricones, y suelto aquello de que había que poner pateras de vuelta y hasta me pongo serio y sostengo que el gasto sanitario es insostenible y que tenemos que pagar todos. Y cuando lleguen las siguientes elecciones voto sin mirar si el programa del que voto, o más aún, viendo el descrédito en que han caído los programas, voto sin mirar si la trayectoria de actuaciones del que voto es o no congruente con todos esos lazos, banderas arcoiris, rastas y chilabas con las que tanto he presumido de moderno y solidario.
Y el sistema tan contento. Hasta los medios de comunicación de masas se quedan satisfechos lavando sus conciencias a golpe de lacito en la pantalla, de recopilación de testimonios humanos, de editoriales y proclamas. La sociedad en su conjunto se queda querida de si misma y de sus valores, pero se queda en casa sin defenderlos ni hacer nada contra quien los pervierte, corrompe y prostituye. Las aseguradoras buscan productos que se lucren con los miedos que el sistema provoca y con las desatenciones que sus recortes producen. Se venden libros, camisetas, pines, discos y lo que sea. Se vende todo y todo se compra, y los valores, esos valores de los que tanto hablamos quedan a menudo reducidos a precios, y la buena voluntad de la gente de bien entra en el engranaje y se convierte en un nicho de mercado, otro más en esta cueva de ladrones.
Y es que a veces, la buena gente tiene que ser un poco mala y asumir que los buenos sentimientos hay que defenderlos a patadas si hace falta, y que los lazitos, a veces, tienen mejor destino cerrando bocas y atando las manos que nos asfixian y golpean.
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